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HISTORIA NATVRAL Y MORAL DE LAS INDIAS

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que transcribió

casi íntegra,

conceptúa muy

probable que, habiéndose compuesto en

idioma mejicano, se pasara después al Pa–

dre Tobar para que la tradujera al castella–

no, pues era considerado como uno de los

más instruidos en la lengua, por lo que le

han llamado el

Cz"cerón mexicano.

Así tam–

bién se explica la existencia de ese manus–

crito ,en su poder y su comunicación al

P. Acosta. Qui zá éste ni aun conoció la

obra del P. Durán, de quien genera lmente

se le supone plagiario; pues si hubiera exis–

tido en la biblioteca. de los jesuítas, nos da–

ría noticia de ella

ClaviJ~ro

en su catálogo

de los historiadores mexicanos.

Pero aparte del cambio de la obra plagia–

da, puesto en claro que la del P. Acosta no

es completamente ori ginal, ¿qué proporción

corresponde al indio anónimo de quien re–

sulta explotador? Pues sólo, en el libro

séptimo y último, cuanto se refiere á la his–

toria del Méjico prehispánico, lo cual ape–

nas fué tomado en cuenta por la fama al

ponderar el mérito altísimo del conjunto de

que forma parte. Y, además, para llegar á

esta conclusión era innecesario todo el an–

terior proceso, porque anticipadamente in–

\'alidó el plagiario las acusaciones, declaran–

do con lealtad-aun más de lo que se le re–

prochó después-en las siguientes palabras:

es á ' 'Polo Ondegardo á quien comúnmente

sigo en las cosas del Perú; y en las materias

de Méjico á Juan de Tovar, Prebendado que

fué de la Iglesia de Méjico y ahora es reli–

gioso de nuestra Compañía de Jesús, el cual,

por orden del Virrey D. Martín Enríquez,

hizo diligente y copiosa averiguación de las

historias antiguas de aquella nación, sin

otros autores graves que por escrito ó de

palabra me han bastantemente informado

de todo lo que voy refiriendo''.-- Leída tan

franca y honrada manifestación, surge Ja

duda de qµe algún prejuicio se haya inter–

puesto en b ·s in ..e•t igaci one del ser1or Ra–

mírez, convirtiendo al P. Tobar en el indio

anónimo; y si tal sospecha llegara áconfir–

marse, sería curioso ver al fin y al cabo al

acusado poniendo en evidencia con su ve–

racidad los datos erróneos de los acusadores,

que con intención nada caritativa intenta–

ron minorar su renombre, presentándole

1

solapadamente como el grajo de la fábula. La

prob1ble existencia del sospechado prejuicio

movió al Sr. E. Beauvois á examinar minu·

' ciosamente la hipótesis del Sr. Ramírez,·y

de su análisis concluye que el estudio de los

·documentos lleva á un resultado contrario

· al del bibliófilo mejicano. Según el impug–

. nador de éste, la obra del supuesto

Anóni-

mo,

á la cual se le dió el nombre de

Códi'ce

Ramírez,

no es más que un resumen hecho

por el P. Tobar de la obra del P. Durán

para ser transmitido al P. Acosta, quien

seguramente ignoraba el origen de las no–

ticias comunicadas por su compañero de

religión.

Aunque esta tesis es la que debe acep–

tarse como verdadera, por haberla susten–

tado el Sr. Beauvois en el año 1885

1

no

me entretengo en reseña r las pruebas en

que la funda, y pongo en su lugar las que

en el i881 publicó D. Joaquín García Icaz-.

balceta, constituídas, no por ajenas conje–

turas, si no por las propias palabras de los

interesados en el proceso del plagio que

w–

nimos siguiendo. Instigado por la escrupu–

losidad de su poderoso espíritu crítico, el

P. José de Acosta escribió al P. Juan de

Tobar la siguiente carta: "Holgado hé de

ver y repasar la Historia mexicana que

V.

R.

me envió, y pienso holgarán también

en Europa con ella, por la curiosidad que

tiene cerca del gobierno y ceremonias de

los indios mexicanos. Mas deseo me satis–

faga V. R. á algunas dudas que

á

mí se han

ofrecido. La primera es, ¿qué ce rtidumbre

y autoridad tiene esta relación ó historia?

La segunda ...." Contestó el P. Tobar esta

hermosísima carta con otra muy larga

transcrita en gran parte, en la obra del

P. Acosta (lo cual garantiza la autenticidad

del documento), y en ella dice: ''que de–

seando el virrey D. Martín Endquez saber

con certidumbre las antiguallas de los in–

dios, mandó juntar las librerías que ellos

tenían , y los de México, Tezcuco y Tulla,

se las entregaron, porque eran los historia–

dores y sabios en tales cosas". Y añade que

con estos elementos compuso una historia

que trajo el Dr. Portilla al ven ir á España,

pero que, no obstante la pérdida de su ma–

nuscrito, pudo reconstruirla en su parte