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ENTRETENIMIENTOS DE LOS SANTOS

303

les poetes castillans,

ibid, 1577» (m, 1640).

Mas todo eso no impidió que los redac–

tores de nuestro

Diccion. enciclop. Húp.–

Amer.

nos diesen por cosa cierta que el .

P. Lassala publicó «estas obras:

Ensayo so–

bre la lzi'ston'a antigua y modenta

(Valen–

cia,

I

7

5

5,

3 vol. en

4.º);

Noticia sobre los

poetas castellanos

(ídem, 17

57,

en 4.

0 ) ••• •

»

(xi, 626, 3.ª).-Figuráronse, sin duda, que

el «biógrafo fran cés» y el «biogr. angl

(Crabb) » estarían más enterados de nues–

tras cosas que Sempere y Guarinos, Peiro–

lón y Fuster, y aun los mismos Prat de

Saba, Caball ero, Gustá, Hervás y Arévalo,

amigos todos cinco y

~ompañeros

de des –

tierro del P. Manuel Lassala. Pero ¿cómo

podían figurane que un muchacho de di ez

y seis ó diez y siete años, y llovicio de Ja

Compañía, fuera capaz de dar

á

luz un

Ensayo

ó

Ensayos

varios

sobre la Histon'a

(general) antigua y .moderna

del tamaño

que suponen tres tomos en

4.

0

?

Porque sa–

bido es que el P. Lassala nació el 25 de

Diciembre de

i738

1

y entró en la Compa–

ñía

á

2 de Octubre de 1754.

5847.-Entretenimientos de los San–

tos en el Cielo, por el P. Luis Enriquez,

de la Compañia de Jesus.

1631.

En una que se dice

Carta escrita a

26

de

Septiembre de

1758

por el'P.

Fray

Antoni?

Quiºnsechy de la Comp.ª de :fesus, al P. P.:–

dro de Salazar de la misma Compañz'a,

y

que al tiempo del extrañamiento de 1767

se quiso hacer que corriera como auténtica

por toda España, Portugal é Italia, leemos

el párrafo siguiente : «Digame V. R. que

daño no hizo á la Iglesia el heresiarca Luis

Enriquez de la Provincia de Toledo, qu e

llegb

a

dar al publico aquel libro .intitulado:

Entretemmt'entos de los Santos en el Cielo,–

con el que intentaba introducir en Españ a

el Alcoran de Mahoma, el q ual conocido

por un Frayle de San Francisco, fue qQe ·

mado tan diabolico libelo por el tribunal

de Valladolid publicamente» (pág. 2).

No porque diéramos crédito al audaz re–

dactor de tan insulsa y mentirosa

Carta·,

obra de algún adulador de los Ministros dt

. Car¡los III, sino para averiguar qué funda-

mento pudiera tener su calumnia, nos to–

mamos el trabajo de inquirir el origen y

paternidad de los dichos

Entreteni'mi'entos,·

pero no hallamos rastro de que se hubiese

impreso ni dado al público tal obra en Es–

paña ni fuera de ella desde el siglo xv1

hasta el xvm, ni tampoco hemos descubier–

to ningún «heresiarca Luis Enriquez de la

Provincia de Toledo'.>)

á

quien podérsela

atribuir.

Sólo aparece en nuestras bibliografías é

historias un P. Luis Enríquez, escritor, de

la Provincia <le Castilla, y no de la de To–

ledo, muerto en el Colegio de León, su pa–

tria, á 20 de Marzo de

i

634. Mas de este

mismo P. Enríquez no consta que impri–

mi era absolutamente nada, ni siquiera su

.

«Historia del Antichristo»,

que, como ve–

remos en el núm,.

5884

1

dejó preparada para

la imprenta. -- Lo mismo sucedió con su

«Libro de las infelicidades de los malos»,

y

d

otro, también suyo, «de las felicidades

de los buenos», que sabemos haberse pre–

sentado ambos á la censura por encargo del

P. General de 24 de Abril de r633.-La

misma suerte cupo á su «lnstruccion para

entender las verdaderas 6 falsas revelacio–

nes», sobre la cual escribió primeramente

el P. General al P. Provincial, con fecha

de 2

5

de Febrero de

i

626, «que se vea», y

algo después, vista ya, sin

d~da,

la censura

de los revisores, al mismo P. Enríqpez, con

fecha de 20 Enero de 1630, «que de esa

materia no conuiene imprimir, y menos en

vulgar».-Esta obra, cuyos borradores ori-

. ginales vimos en cuadernos sueltos y des–

cabalados en el Archivo de Hacienda de

Valladolid, la hemos leído con detención

éR

una copia del tiempo (en fol.

0

,

de 226

hojs. , s. 3 de port. é índs.), que se conserva

en la biblioteca de la Casa Profesa de Ma–

drid, sacada como para la imprenta, y con

la provisión al fin para la licencia

y

censura,

dada en Burgos á 4 de Septiembre de 1630;

y por cierto que leída, como decimos, nos

pareció de solidísima doctrina y muy digna

de estudio.

Por eso fué mayor nuestra sorpresa al

ver que en otra nueva carta del P. General

al P. Provincial de Castilla, donde se repi–

ten las dificultades para que se imprima di-