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D. 1tTOAQUIN DE LA PEZUELA,.
dores, dió aquel Gobierno oportunas noticias,
y
el
almirante chileno, D.
M·
nuel Blanco Encalada, lo–
gró apoderarse de la fragata
María Isabel,
y
sus .
paisanos de los trasportes. que sucesivamente fue–
ron llegando, con excepcion de uno, <iue pudo ar-
.ribar al Callao con 200 hombres.
Una adquisicion más importante hi'Cieron los in–
dependientes en la persona de Lord Cochrane, uno
de los marinos más afamados, que babia estado cer–
-ea de destruir la armada francesa en la época más
floreciente del imperio,
y
que podiá prestar inapre–
ciables servicios por su pericia naval, su maravi–
llosa audacia
y
su decision por la libertad de Amé–
rica. El valiente, cuanto modesto almirante Blanco,
le obedeció de buena voluntad como á su superior,
dando así un noble ejemplo para que se resignáran
-á
servir bajo sus órdenes Guise, Spry
y
otros ma–
rinos extranjeros
ó
chilenos, mal dispuestos
á
reco–
nocer la autoridad de un lord.
La escuadra se componi3: de la fragata
Ma?ltia
,Isabel,
que tomó el nombre de
O'Higgins,
de 50
cañones; el
San Martin,
de
56;
la
Lautaro,
de 44;
la
Cliacabuco,
de 20; el
Galvarino,
de 18; el
A rau–
·cano,
de 20,
y
el
Puyredon,
de 16.
Miéntras se aprestaban las fuerzas marítimas, se
·estaba disponiendo un ejército para dar la libertad
al Perú. Su venida era activamente solicitada por
los patriotas del vireinato, que veian con dolor
aplazada la
em~ncipacion
por la fuerte organiza-