D. MANUEL GUIRIOR.
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tose los pertrechos; se agrandó la sala de ai;mas; se
fundieron en Bellavista más cañones, que resistieron
á
las pruebas más fuertes; mejoróse la organiiacion
de la artilleria; se reforzó la fortificacion del C&.llao
con nuevas obras,
y
al_ejando de la plaza una
P.es–
ordenada ranchería, llamada
pitipiti,
que era un obs–
iáculo así para los fuegos como para las operaciones
de embarque ; se enviaron socorros de
tod~
género
hasta las plazas de Chile, Guayaqnil ;/ Panamá,
y .
tojo se puso en disposicion de escarmentar al ene–
migo. Los ingle es no ejercieron hostilidades en el
Pacífico; pero el Perú no dejó de sentir el peso de
aquella guerra, con los gastos, que hubo de soportar
en la prevision de un ataque,
y
con la pérdida de
dos
cargamen~os
, apresados por los corsarios del
Atlántico. La metrópoli debia lamentar más tarde
la emancipacion de sus colonias, favorecida por la
Gran Bretaña
directa~ente,
y
por los
Estado~-
Uni–
dos con su envidial>le engrandecimiento; resul ta<los
á
que entónces contribuyó el Gal>inete de Madrid,
ayudando, por ódio
á
los ingleses,
á
la independen–
cia de
l~s
colonia8 anglo-americanas, que se pre–
suró
á
reconocer, de acuerdo con el de Versa lles.
El Virey, sin adelantarse
á
la previ"'ion Jel Minis–
terio, comprendió, que no del>ia comprometer la do–
minacion colonial, exasperando al puel>lo con exac–
cione.:>
siempre peligrosas,
y
que hauian
ya
que–
bra nta<lo el poderoso imperio inglés en el nue\·o con–
tinente; por eso veia con recelo la Yiole11ta agra
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