D. MANUEL GUIRIOR.
157
nombrára una ·sagaz presidenta para que reinára
la paz en el sagrado retiro.
El vacío, que la expnlsion de los je uitas babia
dejado en el culto, en la en eñanza y en las
misio~
ne , iba llenándose con celo sostenido. Dentro
y
fuera de Lima fueron aplicándose sus i
0
lesias á pia–
dosos destinos. La de Desamparados, cerrada por
.algun tiempo
,
recobró su devota concurrencia,
siendo confiada á do1:
capellanes con la dotacion
competente del ramo de temporalidades. Otro ecle–
s iástico tuvo en aquella casa profesa aula de latini–
dad con gran satisfaccion de las famili s. A las ha–
ciendas de la comarca salian misioneros para doc–
trinar y confesar
á
los negros, segun h:.:tbia practi–
cado la extinguida Compañía. Las misiones de Chi–
loe eran bien atendidas, habiendo dejado de serlo
por Lima las pertenecientes
á
la Audiencia de
Charcas, desde que en 1777 füé erig ido el nuevo
vireinato de Buenos-Aires.
El mayor empeño se ponía n el rú por el res–
tablecimiento de la conversiones d l Chanchama–
yo, arruinadas desde el alzamiento de Jnan antos.
Despues de haber deliberado maduramente acerca
de la ruta preferible
par~
·entrar e1 aquellas mon–
tañas , se optó por la que, partiendo d Tarma, si–
gue el curso del rio, que ciertamente es la más
accesible y más en contacto con la poblacion civi–
lizada . Abriéronse catorce leguas de camino, al
principio con pocos obstáculos,
y
luégo superando