D. MANUEL GUIRIOR.
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los díscolos, sin necesidad de apelar casi nunca
al violento empleo de la fuerza.
El carácter conciliador de Guirior, la mayor su–
mision del clero
y
las virtudes de los prelados, que
en su período estuvieron
á'
la cabeza de las diócesis,
excusaron. las ruidosas disensiones, que en otro
tiempo entorpecían la marcha de la administracion,
desprestigiando
á
las autoridades civiles y eclesiás–
ticas. Los casos de inmunidad,
la
division y reunion
de curatos , el nombramiento, permutas y remo–
cion de los ·curas, todo se realizó sin escándalos
y
con el más perfecto acuerdo. La residencia
se . ase~
guraba mucho, .reteniendo los sínodos por las au–
sencias no justificadas; la usurpacion de la juris–
diccion real se .reprimía con medidas más severas ;
otras acusaciones contra los doctrineros eran acogi–
das con cierta. des0on:fianza por la facilidad con que
eran capitulados por sus feligreses,
y
ofreciendo·
alguna gravedad. se remitían
á
sus jueces natura–
les. Tenía el Virey en grande estimacion
á
los bue–
nos curas, cuyo mérito era, en verdad, digno del
mayor encomio. Constancia sobrehumana les era
necesaria para vivir deste_rrados de la gente culta,
sufrir.decontínuo contrariedades y privaciones, an–
dar errantes y solitarios por entre precipicios, ne–
vados
y
atolladeros,
enferma~
sin asistencia esme–
rada
y
morir sin el alivio de la medicina. Una exis–
tencia tan atormentada había de pasarse derraman–
do inapreciables beneficios. El buen cura llevaba.