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no pudiera dejar de perder alguna gente, o no ganar
la sierra que fuera muy mayor inconveniente. Llegado a
la ciudad, halló que por todas partes venía mucha genté
de guerra con propó ito de tornarla a cercar; luego man–
dó a los Capitanes que se pusiesen en sus estancia , Y
hiciesen guai·dar lo má lejos que pudie én la ciudad,
porque no se acercasen les indio como la primera vez. ·
Luego se puso por obra, aunque no pudieron alejar e mu–
cho a causa de los muchos hoyos y albarradas que habían
hecho, que por no. haber tenido lugar no se había enten–
dido en deshacellos.
Los indios asentaron su real, en que vino grandísimo
número de gente; Hernando Pizarro y todos los demás
Capitanes
pe~earon
·con ellos aquel día y otros veinte,
adonde acaecieron ce as muy señalada , porque como
ya tenían toda experiencia de la guerra, atrevíanse a lo
antes les parecía ser impo ible salir con ello. Pasado este
tiempo, pareciéndole a Hernando Pizarro que los indio..
tenían propósito de perseverar en sostener 1 cerco, supo
que al cuart 1 de uno de les Capitanes estaba un Ca–
pitán muy princiJ?al
y
todo la má y mejor gente tenía
consigo, y rn persona con alguno de a caballo fué a vi–
sitar aquel cu.artel. Lo indios hacían sus ademanes a ma–
nera de escarnio llamándolos que fuesen a pelear, tocando
muchas bocinas y otras manera de in trumentos que entre
ellos se usaban. Hernando Pizarro, viéndolos tan de v r–
gonzados, no pudo sufrir y arremetió a ello con los que le
siguieron, llegando a un albarrada que tenjan hecha al
pié. de la sierra junto al río, adonde halló grandí ima
re.sistencia; má , como iba con gran determinación· peleó
con ellos de tal manera que se la ganó, y fué hiriendo
y
matando en ellos la sierra arriba hasta lo alto, tan em–
bebido en castigallos y ponefüs e carmiento, que cuando