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ella muy encubiertos que no fueron sentidos; los cua–
les r cogieron la gente de Cinchasuyo
y
SP-
fueron do
estaba el Inga, el cual estaba tre leguas de ahí, prove–
yendo lo nece ario para el combate, y como supo lo mal
que lo pasaban los suyos, estuvo con tanto coraje que
se quería morir, porque Villal{oma llegó a él otro día
adelante, después que huyó, y le dijo lo que pa aba. En
la fortaleza quedó un Capitán muy estimado entre ello ,
que er;i. uno de los que bebieron por los vasos que he
dicho, y con él e taban lo demás que pasaron debajo
de aquella condición que he dicho que puso 1 Inga, los
cuales pelearon aquel día y toda la noche, adonde Her–
nando Pizarro trabajó tanto porque los españoles no
aflojasen, que parescía cosa imposible podello sufrir. Co–
mo otro día amaneció, los indics que estaban dentro
comenzaron a aflojar, porque habían gastado todo el al–
macén de piedras
y
flechas. Viéndolo
d
Capitán que e -
taba dentro, no se scribe de romano ninguno hacer lo
que hacía y después hizo, porque con una porra en la
mano andaba discurriendo por todas partes, y al indio
que iba cobarde, luego con ella le hacía pedazo , echán–
dole abajo; en este tiempo le dieron dos saetadas e hi–
zo tan poco caso dellas como i no le tocaran, e vien–
do que su gente del todo aflojaban y los españoles por
las escalas y por todas partes cada hora le apretaban
más, no teniendo con qué Í)clear, viendo clara la perdi–
ción de todo, arrojó la porra que tenía en las manos a
los cristianos, y tomando pedazo3 Je tierra la mordía
fr egándose con ella la cara con tanta
~ongoja
y ba cas
que no se puede decir. Y no pudiendo sufrir ver a sus
ojos entrarse la fortaleza, conociendo que entrada era
forzado morir según la prome a había hecho a el Inga,
se echó del alto de la fortaleza abajo porque no triun-