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hacer el cor::izón ancho a todo lo que les viniese; y que
pues él no se eximía del mismo peligro que ellos haqían
de pasar, que no se escandalizasen tanto mirando los in-·
convenientes. Y así, contra su voluntad, envió a Gonzalo
Pizarro; el
ciual
fué, y pasados cinco días volvió con in–
dios e indias cargados con mucha cantidad ·de maíz.
Vuelto Gonzalo Pizarro, y los indios h chos sus sa–
crificios a la luna nueva, porque en todos los cercos o
guerras que hacen tienen por costumbre de todas las lu–
nas nuevas dejar de pelear, y entender en hacer sacri–
ficios, y así cuando le levantaron fueron a hacerlos,
(porque aunc1ue se dice levantar el cerco, entiéndese que
sa apartaban tres o. cuatro -leguas a sacrificar y refor–
marse de gente, sacrificaban ovejas
y
palomas al sol por–
que entre los señores principales y en la mayor parte
de la tierra no sacrifican hombres ni adoran ídolos, sino
al sol, aunque en algunas provincias sujetas a este señor
sacrifican hombres y adoran ídolos) ; hecho su sacrificio
volvieron a cercar la ciudad, y como hallaron guarda
en la fortaleza, no pudie11on apretar tanto la ciudad como
la vez primera.
Las estancias de la gente española se pusieron fuera
del pueblo, de manera que los indios no pudieron ganar
ninguna cosa de la ciudad ; duró este cerco veint'e días,
hasta el tiempo de volver a hacer su sacrificio; hubo
por todas partes muy grandes escaramuzas cada día, en
que se mataron muchos indios, aunque por causa de no
haber cegado los hoyos y albarradas, todavía pli ieron
en mucho trabajo la ciudad. Alzado este cerco, -le pa–
resció a R emando Pizarro que para desanimar los indios
era bien irlos a buscar, y supo que el Inca estaba en .un
pueblo que llaman Calca, seis leguas de aquí; mandó