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na arma;
y
ansi, diziendo, ¡Dios sea comigo,
y
su
Madre, valgame Dio
!
cayo dando arcadas;
[á~
cu rp se le arran
aua~
y el Visorrey, con
gran crueldad mando que le hechasen de
lo~
corre–
dores abaxo. Alonso de Castro
y
Sevastian de Coca
le
tom?~on
en un repostero, sin tener ningun senti–
do, y le dezian que se acordase de Dios, y luego
muri e le llevaron unos negros a la iglesia, donde
fue enterrad . No fue pequeqo el temor y espanto
que rr cibieron muchos de los vezinos de la <;iudad
n ver que avia el Visorrey muerto un honbre de
tanto ser com el Fattor,
y
criado del Rey, y sin
sau r por qu ',
·y
temían no hiziese lo mismo de a1-
gun dellos, e andavan asonbrados, preguntandose
de unos a otros que por qué se avía dado aquella
muerte;
y
como no lo supiesen, adevinauan entre
llos mismos lo que, seria. Luego vino el Oydor Al:
uarez a hazer la ynforma<;ion,
y
lo condeno ser dig–
no de aquella mu rt ,
y
esto no porque oviese testi-
s ue
1
c nden e[n] , porque yo si lo escriuiese
n diria la verdad; mas al Oydor le convino senten–
ciar asi. Todos los mas d los vezinos de la <;iudad
deseavan ) a ver a Pic;arro en ella para que los libra–
s d aqu llo temores en que estavan; e los tres
y
dores luarez, <;;epeda e Tejada en presenc;;ia de
los qu querían yrlo, dezian grandes males del
V~s rr
y.
Pues como el Visorrey viese el daño grande