XLIX
ün desacierto, si bien inspirado en los mejores pro–
pósitos,
y
pin~a adm~rablemente
el genio terco, duro
y precipitado del Virrey Blasco Núñez Vela,
~
effsaña con Pizarro, aunque lo juzga traidor al mo-
.
· ~a,
delito
'el
mayor que entonces se podía come–
ter fuera de la apostasía. No se muestra tan justo
con Francisco de Carvajal, cuya crueldad pinta con
negrísimos col?res,
r~latando
sombríafi1ente las
venganzas y sangrientas muertes que ejecutó; lo
cual hace sospechar que nuestro soldado tenía algún
resent~miento
del Maestro de campo de Pizarto, en
quien se reti'nieron la bravura, la inteligencia y una
ciega fidelidad á la causa de su amo cuando éste pre–
tendió alzar de nuevo eí secular tro"no de lo's Incas.
Como piedra de toque para juzgar-la exactitud
que
hay
en los
Quinquenarios,
los compararemos
con algunos episodios de la
Guerra de Quito,
saca–
dos al azar de la parte inédita de este libro, pues
cualquiera puede hacer lo mismo co!l los capítulos
que publicó D. Marcos Jiménez de la Espada.
Sea el primero la cruel é injustificada muerte qqe
Blasco Núñez Vela <lió á Illán Suárez de Carvajal;
homicidio que tantos odios le acarreó y más adelante
su trágica muerte en la batalla de Añaquito .
.:Al tienpo que se huyeron de la c;;:iudad los ya
nonbrados en el capitulo pasado, posauan en e.asa
del Fattor Illan Suarez de Caqmajal, Pero Xuarez de