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dos, parece que ya residía en la ciudad de México
antes de
I
590 y continuaba am á principios del si–
glo
XVII;
vivía aún en el año 1603, y como se deduce
de) manuscrito de los
Quinquenarios,
conservaba en
su ancianidad el temple vigoroso que se notó en mu–
chos conquistadores; aquella letra minutísima y tra–
zada con pulso firme, cual puede verse en el facsímil
que publicamos, de_nuncia un temperamento cle fibras
de acero, no quebrantadas por los continuos traba–
jos, ni por la ac;:tividad incesante y feqril que carac–
terizaba entonces á nuestra raza.
Á
los eruditos me–
xicanos corresponde fijar la época de su muerte,
buscando en los archivos parroquiales de su capital
la partida de defunción, que servirá de clave para
buscar el testamento y completar la biografía del
insigne Gutiérrez de Santa Clara.
VI
Lo primero que debemos estudiar en los
Quin–
quenarios
es su
verac~,
que nunca es lícito exi–
gir hasta en detalles insignificantes, pues si hoy, con
los poderosos medios de información que existen,
bastantes hechos públicos son referidos de muy dis–
tinta manera,
y
de los que pasaron en secreto se
forman opiniones contradictorias, mayores dificulta-
~
.
des había en el siglo xv1
y
en países tan poco pobla-