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le
auian dexado y se auian ajuntado con los
Oydores y con Martin de Robles, no aguardo alli
mas, sino que de vn salto, passando por medio del
leal esquádron, se fue a l Visorrey, al qual dixo
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todo lo que le auia passado en la pla<;a, y de como
los
arcabuz~ros
se auian ydo a la vanda de los
Oydores. El Visorrey, oyendo esto, fue muy gran–
·de el pesar y enojo que rescibio, y sin mas díla-
don ni
c~ns ej o
quiso salir con g-rande animo a pe–
lear con ellos y a contrastalles la entrada, mas
no le dexaron os enfermos, que estauan algunos
con el, [y] aunque los sano:; y leales [que] eran po–
cos, le aconsejaron sa liesse a pelear, no aprovecho
nada, que cie rto hiziera gran effecto. Pues como
los prendedores fuessen apellidando el n9mbre del
¡principe y libertad! llegaron con denuedo a
fas
puertas de palacio, en donde estauan los dos
es~
quadrones de la leal caualleria y de l a ynfanteria
puestos a punto para pelear. Mas como los conju–
rados llegaron a los dos esquadrunes, todos los
caualleros y piqueros, teniendo las picas y las lan-
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<;a caladas para p elear, las enarbolaron en vn
punto, que no uvo alli ning uno que les deffe ndies- •
se la entrada, antes hizieron camino por do entra–
ron, y todos ellos se ajuntaron sin pelear. No se
qual fue el motiuo y la cau a de tanta y de tan
gran pussilanimidad como alli en aquel punto se
mostro, que cierto no uvo ning uno que resistiesse
aquella fuer<;a en nombre de Su Magestad, pues
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lo pudieron hazer, mas, en fin, parescio a l pares·
cer humano, que todos desseauan su prisión o
muerte. Porque eran tantos los que,, le aborrescian