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parte de la ezindad que alli estaua lo desseaua,

y a esta causa se animaron los prendedores de ha–

zer lo que hizieron con t anta maldad. Solamente

el capitan Pablo de Menes es y Lorenc;o de Alda–

na, que eran amadores del s eruicio de Su Mages–

tad y que se preciauan de su honor, no quisieron

entrar con el Visorrey, aunque fueron ymportu-

_nados porque subie en arriba,

y

assi se quedaron

.a la puerta con toda la ynfanteri a y caualleria,

aunque algunos dellos estauan descoroc;onados

por ver que aqu llos qu les auian de dar animo

se yuan de alli. Especialmente desanimo en gran

manera a muchos

sol~ados

quando oyeron la gran

bozeria de las muger es, las quales estauan pues–

tas a las entanas y pu[er]tas de sus casas, llorando

y mesandos los cabe llos y llamando a sus mari–

.dos porque no se pusiessen en tan p eligrosos tran–

ces, sino qu e dex assen a los soldados prender al

Visorrey. Todas las tiendas que auia en la plac;a

y las casas de los vezinos mas ricos s e

á

rancaron

,y

s e cerraron fuertemente, tenienclo creydo que

si prendian al Vi orrey

qu~

los soldados victorio–

.sos auian lu go de dar asalto en la cibdad, roban–

do todo quanto halla s en a di estro

y

siniestro. De

v rdad que fu e cosa stra ña de ver y oyr todas

estas cosas que se hiz.ieron, que no auia animo,

por fuerte que fuesse, que no s e r ezelasse y se te–

mie se de la muerte o alguna aduersidad que le

pudiera suceder en la persona

y

bien es,· en aque–

llos tan peligrosos negocios y grandes tumultos,

y assi anda uan todos bien cizcados de miedo por

los t erribles alborotos que vian en su cibdad.