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gran presteza se leuanto de la cama, aunque otro
dizen que ya taua leuantado, y luego embio a la
yglesia mayor a vn alabardero para qu con la
campana que e taua señalada para el cas. o to a se
al arma brauam nte. Y por otra parte mando di -
parar a lo v eladores alguno arcabuze , par que
lo oye sen los qu
stauan n sus casas de e n-
ando y dormiendo [y] acudiessen a la pla<;a o a la
puerta de su palacio. As i como s e oyo toe r al
arma acudieron lu ego mucho de lo cibdadano ,.
capitanes y oldado ,
á
la puerta de pala io, que
eran los capitane Pablo de Mene es, Geronimo
de la Serna y Frnnci co Martín de Alcantara, al–
ferez mayor del estandarte R al. De tal manera
concurrieron luego muchos caualleros de la ve–
zindad, que en breue tiempo y en poco espacio se
ajuntaron ma de quatrocientos hombres con sus
arma y cauallo , a uer lo que les
man~auan,
por–
que muchos d llos no sabian e tos conciertos, o
por mejor dezir, de conci ertos y deuaneos
y
locu–
ras. El O dor <;epeda y sus dos compañeros y los
demas conjurados que éstauan con ellos en la to–
rrecilla, quando oyeron tocar al arma lue o-o tu–
uieron cr }·do lo que podía er,
y
que Franci co
Caxero lo auria dicho al Vi orrey, por lo qual co–
menc;aron todo de titubear y
mirarse los vnos.
a lo otro , que no abian que elegirsse. Pues a
esta hora llegaron a casa de <;epeda muchos hom–
bres de la ljga y dixeron que auian vi to mucha
·ente a la puerta de palacio, y que el Visorrey
auia aba ado adonde lo
oldados tauan y que
los venían a prender. qui fu e el miedo muy gran -