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tenc10n que si no pudiesse acabar lo que tanto as–
piraua,
s~
yria a la India de Portugal, o a la China,
para predicar por alla nuestra Sancta fee catho–
lica. Llegado que fue a España luego comen<;o de
tratar su negocio con el rey Don Carlos, en donde
tuuo muchos debates, s bre su buena yntencion,
con muchas personas de valor y letras; mas en fin,
el Rey le dio a todo entero crédito, y por su porfia
le oyeron en Consejo, en donde relató muchos dias
lo que tenia largamente escripto acerca desta ma–
teria. Assi mismo fundó la opinion que tenia, por
razones theologales y de derecho, y mostró que no
se deseruia el Rey por aquello, ni se menoscabaua
su señorío, antes se acrecentaua mucho mas por la
via que el lo platicaua; por lo qual
y
por otras cau–
sas y razones que suscedieron en España se hizie–
ron grande mudarn;as en los Consejos Reales. De
manera que por el gran credito que el rey tenia del
frayle, y por el buen zelo
y
sancto proposito que
en el sentía, mandó hazer las uarenta leyes. y
nueuas hordenarn;as que adelante diremos larga–
mente. Y por los grandes trabaxos y excessiuos
peligros que auia passado en esta empressa, le
daua el rey el obispado de la ci_bdad del Cuzco, con
toda su jurisdicion, que renta grandis ima summa
de dineros, y no lo quiso aceptar, y despues lo die–
ron a Don fray Juan ·o.lano, de la borden del Se–
ñor Sancto Domingo, y el lo aceptó. Y tambien le
combidaron con otros bueno obi pactos en las Yn–
dias; tan poco no los quiso aceptar, antes escogio
el de la prouincia de Chiapa,
y
con esto se fue a su ·
obispado, que fue en el año de mill y quinientos y