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DI C 11

PHELl~lh

AH

de honor y

p~~rioti

mo

á

la quim rica esperanza de emplear en servi ·io

de la libertad de su patria lo medios de influencia que adquirían por par–

te de un monarca estrangero. Mucho peligro se corre en

ir

á

buscar en

lo esterior fuerzas secretas para emplearlas en los a untos interiore del

país: el ministro ma hábil se a entw'a al obrar de ese modo á servil'

mas bien los intereses agenos, que los de u gabinete; e to sucediú

precisamente en la poca

á

que no referimo yen la cual Luis XIV acú

mucho ma fruto para su politica de la relaciones que tuvo con alguno

jefes

WMgs

que el que estos consiguieron del apoyo ecreto que les dió

para derribar

á

Danby y hacer di olver el parlamento Largo de lo rea–

list¡i .

· En medio de semejante situacion tan llena de dificultades y peligro

lo

lVMgs

se propusieron cambiar el órden de ucesion al trono e cluyen–

do por medio de un acto del parlamento al sucesor legitimo. Esto era lo

mismo que hacer una revolucion anticipadamente , solo por conjetura

fundad¡¡.s, pero remotas,

y

sin que exi tiera ningun hecho actual ye' iden–

te que justificara la absoluta necesidad de tra tornar l órden. Lo whig

llegaron sin duda

á

pensar que en semejante ca os era mas conveniente

preveer que e perar y que vaUa ma re olver en elacto por via de delibe–

racion legal, que esperar andando el tiempo una resolucion deLida

á

la

fuerza y tal vez

á

osta de una guerra civil.

Fuerza es decir que mu superficiales fueron sus mira y que muy

poco conocimiento tu ieron de lo hombre de las grande condiciones

uel órden social , si llegaron

á

di currir de e e modo. E aun mas grave

el discutir una revolucioi;i que el haceria : ma e conmue\e un e tad

cuando en nombre de la razon humana -e ata ansu le e fundamentale ,

quo cuando tienen que.ser infringí las por el rigor de la necesidad. Lo que

los whigs pedían al parlamento era que aboliese por su sola voluntad ,

y

antes que Jacobo

n

subiera al trono, el derecho hereditario de este prln–

cipe; en una palabra, querian estabiecer como principio la subordinacion

dé la monarqula

á

la deliberacion del parlamento. El instinto público

advirtió

á

la nacion que esto era lo mismo que dar un golpe demuerte a

¡a monarquia : disp rtóse rápidamente el esplritu monárquico

y

dió

márgen

á

que en el seno mismo del gabinete estalláran di idencias. Per–

dieron los whigs toda alianza aun entre los tor ma moderados ,

y

e

vieron reducidos

á

hs única fuerza de u partido.

De e La manera llegaron tambien

á

Ioner e npro oncia do un ob tá-

ulo on ol que no habian fijado bien la al n ion, on la concien ia

el

ár-