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~USTOIUA

recibirle,

presentándol~

segun ostumbre las llaves de la ciudad y diri–

giéndole un discurso afectuoso. Pero Cobbet anteponiéndose bruscamente,

les preguntó si habian olvidado que la cámara babia declarado traidor

á

cualquiera que se dirigiese al rey ;

y

ellos aterrorizados se deshicieron en

humildes escusas, protestando

ignorar.la

voluntad de la cámara,

y

supli–

cando á Cobbet que obtuviese su perdon.

Al otro día vol\ió á emprender el rey su camino. Entre Alresford y

Farnha~

compareció formado en batalla otro cuerpo de caballería, en–

cargado de relevar al que le babia custodiado hasta allá : el oficial que

mandabá la nueva escolta se distinguia no menos por el elegante traje

que por su gallarda figura. Cubria su cabeza un gracioso sombrerillo de

terciopelo;

y

sobre el coleto de piel de búfalo ostentaba una rica banda

de seda camersi adornada de franjas de oro. Admirado Cárlos de su

gentil presencia pasó poco

á

poco cerca de él, recibió •m cortés saludo,

yse juntó con Herbert:

et¿

Quién es, preguntó Cárlos, aquel oficial ?-El

coronelHarrison, señor.

i>

El rey se olvió al instante, consideró por mu–

cho tiempo al coronel, y tan atentamente, que este como sofocado se re–

tiró

á

retaguardia para evitar sus miradas :

et

Este hombre, dijo Cárlos á

Herbert, tiene el aire de ua verdadero soldado ; entiendo algo en fisono–

mías, la suya me gusta : no es la de un asesino.

1>

Pasó la tarde en Farnham, donde se detuvo la escolta para hacer

noche. Cárlos

'~ó

al coronel en un rincon de la sala, le hizo señal de que

se acercase; obedeció Harrison con deferencia y embarazo, con ademan

rudo

y

timido al mismo tiempo : tomóle e! rey por el brazo , lo condujo

á una ventana, conversó mas de una hora con él, y Je habló de lo que le

babian dicho:

<t

'ada es mas falso, señor, contestó Harrison; lo que be ·

dicho

y

Jo que repito es que la justicia no hace escepcion de personas, y

que la ley es igualmente obligatoria para los grandes y los pequeño ;

»

y

estas ultimas palabras fueron pronunciadas con manifiesta afeccion. El

rey rompió la conversacion, se puso

á

la mesa

y

no volvió

á·

dirigir la

palabra á Harrison, sin dar á entender por eso que en aquella respuesta

encontraba ningun sentido que le pudiese inquietar.

Debía llegar al otro día á Windsor : al salir de Farnham declaró. que

quería comer en medio del bosque quedándose en l3agshot en casa lord

1

ewburgb, uno de susmas fieles partidarios. Harríson no se atrevió á ne–

garlo, aunque la instancia le dió lugar á algunas so pecha . o carecían

en realidad de fundamento ; lord Newburgh, muy aficionado

á

caballos,

tenia uno que pa ab,a por el ma ligero de Inglaterra : a

i

e lo había