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DE LA REVOLUCION DE INGLATERRA.

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sobre el mensaje del ejército. Entre tanto los miembros escluidos habian

sido sacados de Westminster y paseados por Lóndres de cuartel en cuar–

tel, de bodegon en bodegon, a metidos en algunos coches, ómarchan–

do á pié entre qos filas de soldado que Je pedian uenta de sus ganan–

cias. El predicador IIugo Peters, capellan de Fairfax, vino con toda

solemnidad

y

la espada al lado, á informarse de sus nombres de parte

del general ; preguntándole muchos de ello el derecho con que los ar–

restaban : ((Con el derecho de

'las

armas»'· respondió. Hicieron suplicar

al coronel Pryde que los escuchase : <(No tengo tiempo, respondió Pry–

de, tengo otra cosa que hacer,» Fairfax y su consejo, que permanecían

en sesion en Wbiteball, les prometieron en fin audienpia : se dirigieron

allf; pero despues de muchas horas de esperar, tres oficiales vinieron á

decirles que el general estaba muy ocupado

y

no los podia recibir. Al–

guna dificultad se ocultaba bajo j.anto desprecio : se e itaba su encuentro

y

se temia que suinvencible entereza provocase demasiado rig·or.

Apesar de la audacia de sus deseos y acciones, los vencedores mis–

mo conservaban en su interior, y sin dudarlo, un secreto respeto al a,n–

tiguo

y

legal órde·n : al dirigir la lista de proscdpcion, se habian conte–

nido en Jo lfmites de rigurosa necesidad, esperando que un solo a to

·bastaría para asegurar su triunfo. Ellos veian con inquietud que la cá–

mara se obstinaba en reclamar sus miembros, y que sus contrarios se:–

guian siendo un poderoso partido, quizá la mayoria. Con todo, era impo–

sible vacilar. Al otro día, las tropas cerraron segunda ez las avenidas de

la cámara ; se renovó la misma escena ; cuarenta miembros fueron aun

separados ; y hasta se arrestó á algunos en sus propias casas. Escribie–

ron á la cámara pidiendo se les pu iese en libertad ; pero esta vez la

derrota de los presbiteriano se llabia consumado ; en vez de responder

la cámara resol

iq

por cincuenta votos contra veinte y ocho tomar en

consideracion las proposiciones del ej rcito. Esta última minoria se retiró

por si misma protestando que no volveria á entrar en Ja cámara basta

que se hiciese justícia á sus cólegas; y despues de la espulsion de 145

mi mbro , qne la mayor parte fueron tambien arrrestados, si bisn que

despue se les acó poco á poco de la cárcel

y

sin ruido, los republicanos

el

j

rcito se vieron en fin, tanto fuera como dentro de Westminster, en

plena posesi·on del poder.

Todo cedió, todo enmudeció ·desde aquel día; ninguna resistencia,

ninguna voz vino

á

turbar el partido embriagado en su victoria, solo él

podia

1

a hablar n Lodo

1

reino,

y

solo él podia contar con la sumí ion

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