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DE LA 1\EVOL CION DE INGLATEl\t:A.

5

f"

toda,~la

á pesar de nue tro e fuerzo .n Ludlow

fu

al en uenlro

u

Trr.L n,

á

quien Cromwell al marcha11había tenido cnidado de dejar cerca del g· -

neral del que se prometia mas ardor: «El in tanto no ha llegado aun ,

le dijo Jrelon, e preci o

drja1

pa 'ar adelante el negocio, qu e baga

evidente el peligro.»

En falta del ejército lo republicano bici ron llegar

á

W ' tminsL

l4

amenazadora peticiones, una entre olras reda Lada por Henry Iartyn;

que proclamando todo lo principio del partido, instigaba

á

la cámarn

baja

á

in Liluirse en poder soberan ,

y

corre ponderen fin á la esp ran–

zas del pueblo dándole todas la reforma que se lo habían prometido

cuando tomó la arma por el parlamento. La e.timara nada re

r

ondíó

~

do dia clespues llegó una eguada peticion, quejándose amargamente de

aquel de den : e la vez lo' peticionario reunido , e peraban

á

la puerla

gritando con cólera : «¿Para qué queremo rey

y

lores? Todo e Lo no .

mas que invencione humanas; Dios nos ha hecho

á

todo igual ; mil!a-

res de alientes derramarán ·su sangre por esto prin ipio ; mo

40,000 que liemos firmado esta peticion, p ro ,000 caballo valdrían

mucho mas.1>

Al mi mo tiempo algunos miembros , cott, Illacki ton,

Weaver, alieron de Ja ala,

y

se mezclaron familiarm nte con la mullituu

ani.mándola en su gritería. La cámara persistió en su silencio ; cnanlo

ma firme se mostraba ella, con mas pasion so precí1itaba el partido há–

cia sus últimos deseos,

y

cinco dias despues de esle

u·~eso

II m

y

Mar–

tyn partió inmediatamente para Escocia, donde acababa de ntrar

Cromwell.

Al mismo tiempo marcharon para la isla ele ight quince ·omisiona–

dos cinco lores

y

diez miembros de la cámara baja, lodo , sr, pto ane

y

quizá lord Say, amigos de la paz. Jamás ninguna nego iacion había i–

tado tanto interés; debía durar cuarenta clias ; el rey la debía aceptar

dando su palabra de que durante este tiempo

y

veinte días despues no

haría n_inguna tentativa para escaparse. Veinte de su m<t's antiguos ser–

vidore , grandes señores, teólogos

y

jurisconsultos, habían sido aclmilido

para ayudarle con sus consejos; había tambien pedido

y

obtuvo que una

parte de su familia

y

servicio, pajes, secretarios, chambelane , escudero·

y

criados de á pié

y

á

caballo , se le reuniesen en esta ocasion. De esta

suerte

á

la llegada de los comisionados

á

la pequeña ciudad de Newporl,

fue Lal el número de los forasteros, que trascurrieron trns días, ante que

todo encontrasen habitacion. Mientras esperaban, lo comí ionados pa–

.aban cada mañana

á

la morada

el

1reymoslrá.ndos r pelu so , al par