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nE LA REVOL CION DE

1

GLATERRA.

5Qj

ríos atacadas, las autoridades municipales ba tanta maltratada ,

y

i

prontamente no hubiesen llegado algunas tropas, los paisanos del alre–

dedor ya se disponían

á

sostener la sedicion.

En Lóndres, un domingo; á la hora del sermon, unos aprendices ju–

gaban á bolos en Moorfilields ; una patrulla de milicias los quiso sacar de

allí ; ellos se resistieron, y dispersaron

á

lo milicianos : pronto fueroI:l

ellos mismos dispersados tambien por una partida de caballer!a,

y

se es–

parcieron por la ciudad llamando en su ayuda á sus compañeros

y

á los

marineros del Támesi : numerosas bandadas

acudier.on

de todo los bar–

rios; se reunieron por la noche, sorprendieron dos puertas de Ja ciudad,

tendieron escombros por las calles,

y

tambor batiente atacaron la habita–

cion del lord corregidor,

á

los gritos de

¡Dios

y

el

1

rey Cárlo I

se apo–

deraron de un cañon , despues de un almacen de armas,

y

al nacer la

aurora eran al parecer dueños de la ciudad.

Un consejo de guerra estuvo reunido toda la noche : de eaban ata–

carles; pero se dudaba si serian bastante los dos batallona que estaban

Je guarnicion en Lóndres, ósi era menester aguardar refuerzos. Fairfax

y Cromwell fueron de parecer que se les ata.case inmediatamente; el su–

ceso no quedó incierto; cerca del mediodía, no re onaba ya por la

calle~

sino el paso regular de los soldados que volvian á sus cuarteles. Con t'od

no por haber huido el pueblo estaba vencido, cada dia algun inesperado

acontecimiento redoblaba su cólera

y

le infundía aliento : habiendo lo

miembros presbiterianos,

y

el alderman de la capital, sido llamados por

los diputados á comparecer ante la cámara alta, se negaron obstinada–

mente

á

reconocer su jurisdiccion,

y

no quisieron arrodillarse, ni quitar–

se el sombrero, ni escuchar la lectura de sus cargós : cada vez que ha–

bían comparecido enWestminster, la multitud, cuando salían, los recibía

con aclamaciones. e prohibieron las juntas ; se dió á los comisionados

administrativos de cada condado el derecho de arrestar y encarcelar

á

todo malévolo, aunque solo fuese por sospechas ; la fermentacion

á

pesar

de eso crecía con mas rapidez que la tiranía.

En orwich, Bury-Saint-Edmunds, Thetford·, towmarket

y

en mu–

chos otros lugares, por el menor motivo se tocaba llamada, los habitan–

tes se armaban, y no siempre se libraban las tropas on solo dar amena–

zadores paseos. No tardaron en manifestar e otras causas mas terribles

que las asonadas de Jos paisanos. Al mediodia del pais de alles, en el

con 'ado de Pembroke, los coroneles Poyer y Powel,

y

ol mayor gen ral

Langhorn , distinguidos oficiales que habían hecho su fortuna en el ejér-