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HISTORIA
que la mayor parle de los soldados, Jos mas activos á lo meno
1
los faná–
ticos, no querrian mas rey ; que abandonarian
y
atacarian al mí mo tiem–
po
á
cualquiera que se pusiese á su favor ,
y
que quien díspondria por
último de su fuerza
y
obediencia eria el que aceptara su deseo comun y
e arrojara á ponerlo en ejecucion. Resolvió e romwell. Llegó el día del
con ejo, todo debate quedó paralizado; los oficiales superiores declara–
ron que para guiar en buena inteligencia el ejército era preciso que to–
do los oficiales
y
agitadores volviesen
á
su regimientos; que en vez de
la reunion genei;al, babria tre reuniones particulare en los campamen–
tos de los principales cuerpo ; que entre tanto su pendería el on ejo su
sesiones
y
dejaria tratar al general con el parlamento. on todo, la situa–
cion del rey en Hamptoncourt cambió repenlinamenle : su con ejero ,
Richmond , outampton, Ormond, recibieron órden de alejarse; su ma
fieles servidores, Berkley
y
Ashburnbam entre otro , le fueron retirado ;
doblarónsele las guardias y ya no tuvo en sus pa eos la misma libertad .
De todas partes le venian sinie tras noticia ; decla e particularmente que
los soldados tenían intencion de arrebatarlo á los oficiales ; como estos lo
habían arrebatado al parlamento. El mismo Cromwell escribió asustado
al coronel Walley, sea que efectivamente temiese alguna tentativa de esta
clase
ó
que e propu ie e solamente asustar al rey,
ó
mas bien que hábil
orno siempre en armar asechanzas, quisiese engañarle aun sobre sus in-
tenciones y darse aire de amigo.
·
Estos cambio , esta noticias, nueyas mortificaciones, mil rumores de
traicion y de planes inauditos hasta de asesinato, tcnian al infeliz árlos
en una ansiedad ma penosa cada dia ;
$U
imaginacion su ceptible
y
vi–
va, aunque grave taba turbada ; una mali ima alcoba alumbrada por
una lámpara cu a luz se estinguia
á
las pocas hora , apena le permitía
tomar algun de·can o: todo le er ia de siniestro presagio, todo le pare–
cía po ible de tales enemigo , por ma que su orgullo rehu aba creer que
á
tanto se atrevie en. e le habló de huir ; e a eran tambien sus intencio–
ne , pero ¿
á
dónde? ¿cómo? ¿con qué socorros? Los comí ionados es–
coce e le ofrecían ecundar su eva ion : en una azeria, Lauderdale le
envió
á
decir que tenia di puestos cincuenta caballos; y que si quería
reunir e
á
ello , marcharían con precipitacion hácia
1
Norte.
La repentina re olucione admiraban al re : ¿qué asilo, por otra
parte le pre entaba la cocía que ya lo habia entregado una vez
á
u
enemigo ' donde no tendría ningun medio de rehusar el yugo pre bite-
riano
1
pacto? e negó
á
ello. Por otra pa1·t , e
1
dió el con ejo d