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DE LA REVOLUCION DE h GLATERRA.
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prueba pidieron los amigo de Essex que solo él fuese esceptuado de la
medida; e ta petiéion fue desechada, y el 21 fue definitivamente adop_
tado el decretó y presentado
á
los lores.
Con esto confiaban lo presbiterianos, pues era imperioso el interé
de la cámara en desechar la medida, por uanto heria
á
todos sus miem–
bro , y le arrebataba el resto de poder que les quedaba. Pero, para ba-
er frente
á
aquella medida debian grangear e popularidad, y desterrar
toda so pecha de connivencia con la córte de Oxford, contentando asi la
pasiones del pueblo presbiteriano. ontibuáronse con e te fin cuatro
causas hacia tiempo olvidadas; Ja de lord l\lacguire, como cómplice de
Ja insurreccion de Irlanda; Ja de los Hotbam padre
é
hijo, por haber in–
tentado entregar al rey Ja plaza de Bull ; la de ir lejandro arew, poi'
una tentativa igual con Ja isla de san Nicolás de qu,e era gobernador;
r
la de Laud en fin, tanta veces emprendida y otras tantas abandonada.
Los cuatro primero eran culpables de delitos reci ntes, legalmente
probados, y que podían encontrar imitadores; pero Laud, encarcelado
durante cuatro año , anciano y enfermo, solo podia responder de la par–
te que había tomado en una tiran!a ya vencida. Ala manera que con Ja
ausa de Strafford , fue imposible probar que se baila e culpado de alta
traicion legal. Para condenarle como á aquel por medio de un bill es–
traordinario era preci o el consentimiento del rey : no obstante, los odio
teológicos son tan·sutiles como implacables. Entre los que entendian de la
causa se encontraba aquel mi mo Prynne
á
quien en otro tiempo h_izo
Laud mutilar bárbaramente, y que anhelaba solo venganza. Despues de
largos debates en que dió muestra el arzobispo de suma habilidad
y
pru–
dencia, un simple decreto de las dos cámaras, votado solo por siete lo–
res
é
ilegal aun in iguiendo todas las tradicione de Ja tirania parlamen–
taria, pronunció su sentencia de muerte. Murió con valor, despreciando
á
sus enemigo , y temiendo solo por el porvenir del rey. Igual fin tuvie–
ron las demá causa ; de modo que en
seis
semana se levantó cinco ve–
ce el cadal'lo en Tower-Hill, cosa inaudita desde el orígen de la
r~vo
lucion. Encaminábanse al mismo
fin
las medidas de órden general.
Ocho días antes de la ejecucion de Laud fue definitivamente abolido
el rito de la igle ia anglicana, hasta entonces tolerado,
y
recibió Ja san–
cion del parlamento,
á
peticion de la. asamblea de teólogos, un libro titu–
lado
Direccion del culto público.
o ignoraban los jefes del partido que
e ta innovacion encontraría resistencia, y se les daba poco de ello, pen-
ando olo qua para retener un poder vacilant nece itaban de todo el
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