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DE

~A

REVOLUCfON DE INGLATERRA.

215

Esta carta volvio al rey sus mas lisonjeras esperanzas; menos con–

fiado outhampton no insistió, y regresó á xbridge con la negativa,

in esplicar su causa. Rompiéronse las conferencias, y los presbiterianos

volvieron

á

Westminster con el corazon condolido de un desastre que los

volvia á abismar en todos los peligros de su situacion.

Agraváronse estos durante su ausencia. Obligados, momentáneamen–

te al menos, los independientes á renunciar al decreto de abnegacion

de si mismos, se habían aferrado en la reorganizacion del ejército. En po–

cos dias se había preparado, concertado el plan, la forma y el medio

de llevarlo á cabo. Debia formarse un solo ejército compuesto de 21,000

hombres,

y

mandado por un solo general , revestido del derecho de

nombrará todos los oficiales con la aprobacion del parlamento. Este ge–

neral era Fairfax. Desde mucho tiempo había llamado la atenGion su

valor, su franco carácter, la felicidad de sus espediciones, y el entusias–

mo belicoso de sus soldados; secretamente entre los del partido., y pú–

blicamente en la cámara, habia Cromwelralabado esta eleccion. Essex

conservaba su t!lulo; Waller yManchester su comision, pero sin asomos

de poder. Desde el 28 de enero se pasó á .los lores el decreto que pres–

cribía la ejecucion de esta medida; pero se procuraba retardar al menos

u adopcion, ya con enmiendas ya con una lenta discusion. No obstante,

en este punto era dificil la resistencia, porque en pro del decreto estaba

la opinion pública, convencida de que la multitud d ejércitos y de jefes

era la verdadera causa de la prolongacion de la guerra. Con este apo–

yo insistieron vi amente los diputados, hasta que cedieron al fin .los

lores

y

adoptaron el decreto. El 19 de febrero, dos días antes de rom–

perse las negociaciones de Uxbridge, Fairfax fue introducido en la cá–

mara,

y

con aire sencillo y modesto recibió de pié, junto al asiento que

e le había preparado, las feliGitaciones oficiales del presidente.

De vuelta

á

Lóndres, procuraron los jefes presbiterianos rehacerse de

u uerrota. La cámara alta se quejó amargamente de los injuriosos di -

ursos proferidos contra ella y del rumor esparcido de que los diputados

del pueblo meditaban la aboli 'ion de los pares. Aquellos respondieron

on una declaracion solemne de su profundo respeto por los derechos de

lo lores,

y

u firme resolucion de sostenerlos. Los comisionados esco–

ceses dirigieron

á

la cámara en nombre del pacto una esposicion tímida

á

la vez

y

chocante. Llenos de prevision los diputados, pasaron á lo

lores un nuevo decreto que estendia mas aun los poderes de Fairféi.x,

y

quitaba de su despachos la órden, hasta entonces repetida en actos