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lfl
T lll.\
lo califique tl inceotliario. Dudo pues que sea prudente intentar esr.a
acu acion in reunir antes las pruebas suficiente ; si en efecto llegan
á
rennirse datos, entonces podrá ser útil con ocarnos de nuevo,
y
entonce
daremos nuestro parecer.»
Mayoard vino
á
decir lo mismo,
y
añadió que la palabra incendiario
· no estaba muy en boga en Inglaterra,
y
daria lugar
á
incertidumbre .
H,olli , taplelon y Merrick se aferraron en su plan , diciendo que Crom–
'' ell no tenia tanta influencia en la cámara; que se encargab·an de acu–
sarlo, y que recordaban muy bien hecho y palabras que le bacian culpa–
ble; pero los comi'ionado escoceses rehusaron empeñar e en e ta lacha.
A la ' dos de la madrugada e retiraron laynard
'i
bitelo
1
e,
y
la con–
~'rcn
ia. no tuvo otro resultado que e citar
á
Cromwell
á
que redoblase
sus golpe , puesto que, c1algun fa! o hermano)) dijo
'i
hitelocke (quizá
fue él mismo) le informó de lo pasado.
Essex y sus amigos buscaron al mal otro remedio : todas sus ideas
se volvieron hácia la paz. unca las cámaras la habían puesto en ol ido;
á
veces se lmcian solemnes mociones, en que la voz del pre idente deci–
dia do la suerte del pal '; los embajadore de Francia de Holanda pa–
saban sin ce ar de Lónclre á Oxford, ofreciendo u.mediaciop, rara vez
sincera,
y
iempre eludida aunque con embarazo . Eran tantos lo que
deseaban la paz, que
~q.die
o aba contrariarla abiertamente,
y
hacia dos
mese que una junta de miembro de amba cámaras y de lo comí io–
naclo escoceses trabajaba eu
red~tetar
las propo iciones. ·De repente
activó este trabajo el partido pre biteriano,
y
en poco dias la proposi–
cione fueron presentadas
á
Ja cámara , di culidas
y
adoptadas, de ma–
nera que el ....
O
de noviembre partieron nueve comi ionado para lle ar–
las al rey. Creíanle en Wallingford,
y
se pre entaron delante de la
plaza;
á
la do horas se les recibió or fin para decirles que el r
y
ha–
bía partido
y
que le encontrarían probablemente en xfurd. Deseaban
hacé1· noche en '\'\ allingford ; pero en vi ta de las amenazas de la guar–
nicion, juzgaron prudente retirarse. Al dia siguiente, ercano ·a de
xford, se detu ieron obre una olina
á
quioiento pasos de ia ciudad,
y
se hicieron anunciar al gobernador. Trascurrieron alguna horas,
y
no
llegaba re puesta. El rey, pa eándose en su jardin, percibió sobre la
olina el grupo que formaban los comí ionados
y
su équito, preguntó
quien eran,
y
dió al instante órden para que fue en introducidos y alo–
jados, e presándoles cuanto sentía haberles hecho e perar tanto. A sa
trán ito por la calle se agrupaba el genlío, lo
JI
naba de in all ,