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- 36 -

de

alhajas

qu.e le obligaron

á

manifes·

tar

por ei::crito sn

admiración ·ante tan

ta

magnificenciai)

(8l).

Has1.a

Jos cccarpinteros, sillero@,

y

demás

trahajadon

~

sacrificaban

la

<'O·

mida

y

Ja educación de snFI

hijos

para

vest.ir

rasoR

y

terciopelo'<>)

[82].

El inmoderado lujo de los urncbísi·

mos coches

creeió tanto,

que

cclo~

que

en un principio

se

contentaban con

llevar

dos

mulai;i, se

esforzahan

luego

por

enganchar cuatro, pnrQue decfan

que

con

dos

pare~ia

hospitalero 6 coche

de baratillo,,

(83).

-Sólo

los

espafioles nobles

y

los

pn ·

dien tes,

ponían

entregarse

de

lleno

á

la

vida cortesana

como

los

rico~

y

ocio ·

s~~s

criollos.

A~i

vemos

á

aquellos

pa·

se:. ndoBe en el

Prado

de

Madrid,

to·

ílas las tardes ccentre la multitud de

coches

que

por

aquel

sit.io

discu ·

rria, acercándose

á

Jos estribos de

los que llevaban damas, muchas de

Jas que eran

conversables

y

no

desde ·

fiaban escuchar

los

alambicados con·

ceptmP>

que

romo

moneda corriente

circul a ban entre

damas

y galanes.

«

A.llí se

concertaban

galanteof!l, citas,

81 Picatoste, ohra citada., tomo III, pá·

ginss

108-9.

82

J

d.

id.,

pág. 178.

f.3

Monreal, obra

citada:

Ruar

e~

coche,

páginas

99

y

sjguientes.