Ya se ha visto,
pues,
cómo
y
cuándo–
introdujeron los españoles en la América
estas dos
especz.eszoológicas,
negros
y
ca–
bal los , y el aprecio que de cada nna de
ellas hacían; veamos ahora el famoso pro–
ceso.
Juan Ramírez Zegarra entabla la ac–
ción quere11ándose civilmente
co11tr~
el ca–
pitán Antonio del Solar, quien, dice, rete–
nía en su poder contra todo derecho cua–
tro piEzas de
esclavo~,
dos negros
y
dos ne–
gras , que legítimamente le pertenecían.
Trasladada la de111an da , respou de So–
lar diciendo que no tenía esc1avos ajenos
ningunos , que los que poseía los había com–
prado en el real asiento, y que había pa–
gado por el los buenos pesos de oro.
N nevo escrito de Ramírez alegando
que había , trocado con Solar los cuatro ne–
gros , cuya entrega reclamaba, por un ca–
ballo de mucha 'alía, el cual había
re~ibi
do el capitán con gran contentamiento
y
á
su entera satisfacción.
Responde Solar
á
este escrito dicien–
do qne era cierto que había recibido el ca–
bal lo, pero negando lo del cambio,
y
al la–
nándose
á
satisfacer su valor, que, decía,
sería de seiscientos pesos,
y
menos; á lo
cual se niega la otra parte pidiendo sus ne-
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