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Yo

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quiero creer qne el viejo capi–

tán fuese tan aficionado, ó q ne el caballo

fuese tan va1ioso, qne se determinase So–

lar á dar por él cuatro negros , que valían

tres veces más que el caba11o, sino que el

cambio que declaran haber presenciado los

testigos presentados por Ramírez, fué pac–

tado sobre paño verde y refrendados con

las 111uelas de Santa Apo1onia; ó más c1aro,

que entre los conquistadores existía at-ri–

gadísimo el vicio del juego, pues jugaban

el sol por sa1ir-con'o 1o había jugado

Maucio Sierra de Leguízamo-y que en un

rato de desefreno habían jugado, Ramírez

un caballo, que lo perdió y entregó, y So–

lar cuatro negros, que perdió y que se le

hizo duro entregar; y perdónenme los vie-·

jos soldados mi mal juicio.

La probanza de So1ar se reduce

á

a1<r–

gar su derecho

á

los negros y exhibir la

carta de venta del negrero como indiscuti–

ble título de propiedad, sosteniendo que

nunca jamás había pactado nada qne afec–

tase la legítima posesión de sus esclavos.

No te dejaré, lector, sin conocer tan

original documento:

''SEPAN cuantos esta carta de venta

vieren, como yo, Alonso Díaz, maestre que

soy del navío nombrado la

Santísima Tri-

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