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La Guerra de Quito.

mente quedar on despues por su loco juicio vasallos de

sus fin gidos amigos, mas toda su república perdida

(a).

Y dej ando de hablar en cosas muy antiguas, que no

hobiera pocos enjemplos en ellas ansí en los tiranos de

Cecilia como de Grecia, todas las cibdades de ltalia

que en poder de señorío estaban, libres y exentas

eran;

y

si agora sirven

y

tienen señores, ellas y sus

regimientos fueron cabsa de perder su libe;tad: cómo

y por qué, los que son curiosos lo saben, y claro pue–

den ver. En son de libertad peleaba Pompeyo; César

decia lo mismo, 'y Octaviano

y

Marco Antonio; y

quedaron ellos señores,

y

quien les dió favor, los unos

muertos

y

los otros vasallos. Si los de Car tago no

dieran

á

Asdrubal é Annibal su cuñado mando

y

po–

der sobre su cibdad, aun sus cosas iban adelante.

Y querian los del Cuzco

y

Lima que P izarra fuese

su procurador

y

que habia de aventurar él la vida y

honra por su libertad dellos, no se acordando de su

abtoridad y que era hermano de Hernando P izarra,

el

otro movedor

d~

las guerras pasadas, y que era

público que despues que salió de la Canela

(b),

muchos

le oyeron decir el Rey nues tro señor lo miraba mal

con él, por no le haber dado el gobierno de la pro- ·

vincia por

l~

muerte del Marqués;

y

otras muchas ve-

(a)

T rátase aquí de la expedicion de Maharbal, primera de cartagi–

nés que vino á E paña; pero Jilo está todavía bien averiguado si en auxilio

ó

en contra de los gadit anos.

(b)

E s decir', de la provincia de la Canela, donde

fué

la traicion de

Orellana

y

descubrimiento del rio de las Amazonas.