Capítulo XVIII.
sino á sus pueblos de repartimientos; que por aquella
escrita de su mano, afirmaba nunca se juntaria con nin–
guno que no fuese servidor del Rey. Mas no lo cum–
plió ni guardó más tiempo de cuanto tardó en escribir
la carta, porque luégo se
fué
al Cuzco, á donde mostró
holgarse de la estada en aquella cibdad de Gonzalo Pi–
zarra;
y
no solamente le siguió, pero afirmaba y decia
que por léyes y derechos podia Gonzalo Pizarra con
título de procurador general ir
á
suplicar las ordenan–
zas, aunque fuese con mano armada, para defenderá sí
y
á
los que con él fuesen, si el visorey los quisiese pren–
dér ó hacer algun mal; y con los dichos <leste letrado
y
de otros que no faltaron á afirmar lo quél decia, muchos
simples siguieron á Pizarra, y no les costó despues más
de las vidas y haciendas
y
quedar por traidores.
Una cosa quiero afirmar, que los vecinos ansí del
Cuzco como de Los Reyes no deseaban, ni era su
vo–
luntad otra, más que S. M. el Rey nuestro señor sus–
pendiese las nuevas leyes, porque decian que les venia
mucho daño con ellas; y si como escojeron á Pizarra
para procurador, nombraran á tres
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cuatro conquista–
dores cuerdos, para que con su abtoridad fueran al vi–
sorey
á
la suplicacion, y la pidieran con gra_nde humil–
dad, nunca pararan en lo que pararon; mas, siendo
ellos las ovejas, escojeron al lobo para ser su guardia.
Los que ,de tiranos se han procurado hacer reyes, no
ha sido sino por repúblicas necias fiarse dellos: los de la
isla de Cális, que con sus desafueros movieron guerra
á los andaluces turdetanos, y constreñidos por necesi–
dad, enviaron á Cartago por ayuda y les vino, no sola-