Capítulo XI.
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sino por las provisiones nreginales, y que tambien lo
pudieran dilatar hasta que viniera Vaca de Castro,
pues era gobernad?r , del reyno. Vaca de Castro dicen
que habló á los regidores de la cibdad, disculpándose
de la gente que traia
y
armas del Cuzco: que no lo hizb
sino por saber que las ordenanzas venian
y
era, si se
cumplian, en el daño comun; y tambien porque con el
aparejo de armas no subcediese algun alboroto en el
Cuzco
y
en las provincias de arriba, pues conocian la ·
gente del Perú cuán exenta y mal sufrida es; é que vis–
to su voluntad dellos, con paciencia
y
buen ánimo, sin
se acordar de sus cargos
y
digniqades pasadas, nias que
por la carta del visorey, habia deshecho la gente y rete–
nido las armas
y
entrado en la cibdad como todos vian,
privado de gobernador é con poca compañía;
y
que si
mal les viniese, de quél no dubdaba, que á sí
y
á sus
súpitos consejos echasen la culpa, que en
~o
que á él
habia competido, siempre habia hecho lo ,que convenia
al servicio del Rey nuestro señor.
Oidas estas cosas por los vecinos
y
regidores, co–
nosciendo la voluntad de Vaca de Castro, deseaban
volvelle
~l
gobierno de la provincia,
y
que
s~endo
go–
bernador, mir.ase por el bien comun, y que S. M. fuese
informado de como á su servicio real no convenia que
las nuevas leyes se ejecutasen ni cumpliesen; y para
aquesto poder concluir, entraron en sus cabildos, en–
viando á suplicará Vaca de Castro viniese á se hallar
en ellos presente, para que se concordasen en lo que
todos deseaban;
y
quél volviese á tomará cargó el go–
biern0 del reyno, pues no le dieron parte
qel
recibi-