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Capítulo XI.

41

sino por las provisiones nreginales, y que tambien lo

pudieran dilatar hasta que viniera Vaca de Castro,

pues era gobernad?r , del reyno. Vaca de Castro dicen

que habló á los regidores de la cibdad, disculpándose

de la gente que traia

y

armas del Cuzco: que no lo hizb

sino por saber que las ordenanzas venian

y

era, si se

cumplian, en el daño comun; y tambien porque con el

aparejo de armas no subcediese algun alboroto en el

Cuzco

y

en las provincias de arriba, pues conocian la ·

gente del Perú cuán exenta y mal sufrida es; é que vis–

to su voluntad dellos, con paciencia

y

buen ánimo, sin

se acordar de sus cargos

y

digniqades pasadas, nias que

por la carta del visorey, habia deshecho la gente y rete–

nido las armas

y

entrado en la cibdad como todos vian,

privado de gobernador é con poca compañía;

y

que si

mal les viniese, de quél no dubdaba, que á sí

y

á sus

súpitos consejos echasen la culpa, que en

~o

que á él

habia competido, siempre habia hecho lo ,que convenia

al servicio del Rey nuestro señor.

Oidas estas cosas por los vecinos

y

regidores, co–

nosciendo la voluntad de Vaca de Castro, deseaban

volvelle

~l

gobierno de la provincia,

y

que

s~endo

go–

bernador, mir.ase por el bien comun, y que S. M. fuese

informado de como á su servicio real no convenia que

las nuevas leyes se ejecutasen ni cumpliesen; y para

aquesto poder concluir, entraron en sus cabildos, en–

viando á suplicará Vaca de Castro viniese á se hallar

en ellos presente, para que se concordasen en lo que

todos deseaban;

y

quél volviese á tomará cargó el go–

biern0 del reyno, pues no le dieron parte

qel

recibi-