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- 54-

rá.

una1

ve~·

que

el bajo precio del abono, i el hábito de usar–

lo; jeneralican su empleo.

Meditando sobre ésto, la imajinacion no alcanza a abarcar

el horizonte que se abre a esa industria; no alcanza

a

cal·

cular los millones de toneladas anuales que habrá de me·

nester el mundo para el abono de sus terrenos.

La

Europa

sola puede, en .medio siglo, llegar a consumir veinte millo–

nes de.

t.o.n~lapas.

Qué.yorv;~~ir

para q,u,estra agricultura

i

nuestras hullas,

llamad~

a

~-stentar e~a

enorme produccion! Qué prospe–

ridad

p~~a. el

pais incorporando a su ri<¡ueza tal suma anu–

al de

valor~s.!

I lru aomision

renun~ia

a tales especta..tiv,as, restJ:injiendo

la produccion.. a Tarapacá desde qu.e ahoga las industrias

del suv;· desde que coloca el mínim.um de costo de pro–

ducciort eru un límite elev:ado i del cual no podrá descender.

Rijiendoiun precio alto

J!>~ra

el salitre, debido al m,ono–

polio o al imP,uesto, no entrará en el abono de la tierra sino

en. aq.uellos puQ.tos en donde la

dens~dad

de poblacion i el

agotamiento de la tiei:ra hagan indispensable su empleo.

Seria curioso tener datos relativos al consumo con rela–

cjo.n

i:¡.l

precio.nJ.e.di.o en

lo~

diferentes paises. No hemos po–

diiJ.o.,

prqpor.cip.narnos mas que los que corresponden al

~eip.q-

UQ.ido en. los últimos. diez años. Hé aquí un cuadi;o

<t»~ d,eµiµ~stra

la iJnportacion habida e11 él, el consumo i el

precio medio que rijiera.