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- 51-

rramos en una de esas aberraciones que no es dable supo–

ner en una administracion medianamente discreta; que des–

pues de impulsar la impl antacion de la industria por todos

los medios posibles como se hace en Aguas Blancas i Taltal

se

lleg~e,

en el momento de comenzar a ser viables, a sofo–

carlas buscando una pretendida igualdad de impuesto; como

sijamas pudiera ser igual aquel gravámen que si poco im–

porta para unos es muerte para otros.

Nada hai tan pernicioso en el Estado como los teóricos:

hallá en las rejiones de lo ideal el impuesto único, el im–

puesto igual, son lo irreprochable; pero aquí en el mundo

terrestre, en la vida práctica eso puede ser la paradoja, la

utopía,

la

suprema necedad. Sea. el impuesto igual, i con él

~e

aplastan de una vez veinte millones aplicados a la indus–

tria; con él se acepta sonriendo una enorme iniquidad, i se

prepara un monopolio que será inquebrantable. Sea el im·

puesto igual, pero se cierra un inmenso campo de trabajo

i

se restrinje una estensa esfera de produccion.

El

impuesto bajo, favorece la produccion por cuanto

estimula el consumo.

· Llegamos a considerar la cuestion de la tasa del impuesto.

Debemos reconocer que tratándose del salitre, del cual:

seremos los únicos productores, cualquiera que sea el gravá–

men que le impongamos, será siempre pagado por el con·

sumidor estranjero.

Convenimos tambien en que podernos gravarlo con tres

o cuatro pesos por quintal si es que hai industrias que pue–

dan consumirlo al precio de seis o iete pesos.

La cuestiones saber si nos conviene llegar al máximun

de impuesto como la comi ion propone; para lo cual calcula

prolija.mente el costo hasta los centé imo de penique.

Ella afirma que miéntras el impuesto deje algun márjen