CAPÍTULO XVIII
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ropa blanca de la que traian a Manuel, y luego dixo a su
cuñado de Manuel Bautista, lo qual fué una tabla de man–
teles buena
y
cuatro servilletas adamascadas,
y
una sába–
na;
y
a Antonio de Acuña, de la rropa que le traxeron en
dos petacas tumbadas, que las metió como a las ocho de
la noche en su quadra con sus negros, le tomó, habiéndose
encerrado con su hija y abierto las dichas petacas, una sá–
bana y una camisa, unos calzones de rruan de cofre, cami–
sa y calzones, y la sábana de rruan de fardo,
y
tres balo–
nas de rrengos con puntas grandes, de las quales dió la
una a doña Ana, su amiga,
y
las otras dos a su hija doña
Juana;
y
tomó ansimis;mo dos pañuelos de cambray dé a
vara, y una tabla de manteles, y todo lo pudo ver tomar
esta declarante, porque aunque se avian encerrado en ln
ql.ladra.; ésta estaba en la rrecámara, donde dormia, y es–
taba eutónces desnudando a una de las hijas del dicho al–
cayde que estaba enferma, llamada Marota.
nlten, dixo que faltándole plata al dicho alcayde para
dar de comer a los presos, porque sien1pre andaba alcan–
zado della despues que tomó la chácara, le dixo un dia
ántes que prendiesen a Manuel Baustista, a su negra Ma..
ría Carabali, que es la cocinera, que le pidiese
pla.taa esta
declarante para que comiesen los presos, por que él no
tenüt de donde traella,
y
la dicha negra se la pidió a esta
declarante, y por no tener ella, tomó una camisa suya la–
brada de seda azul, y con ella fué a pedir diez pesos pres–
tados a Juan de la Reguera, panadero, que vivia en las
casas de la esquina de esta Ynq uisicion, el qual se los
prestó a esta declarante sobre la dicha camisa, diciéndole
que para qué gastava ésta tanta plata, que le debia cien
pesos sobre otras prendas, y que bien sabia que ésta no
queria la plata para sí sino para el alcayde,
y
que hera un
hon1bre desagradecido, y que nada de quanto hacia por él
se lo babia de agradecer a esta declarante, y ésta le dixo
que hera tan mal hombre el dicho alcayde, que la havia
dicho que toda la casa de Manuel Bautista avia de venir
presa a este Santo Oficio,
y
mucha gente portuguesa;
y
el
dicho Juan de la Reguera le dixo a esta declarante que
no le creyera al dicho aleayde, y que hera un hombre mal
intencionado,
y
que no .decia verdad,
y
que si le hubiera