CAPÍTULO FINAL
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algunos de estos excesos en el todo,
y
se tiene apercibido
a muchos para que se contengan en ellos; habiéndose con–
seguido estos fines hasta el presente, sin
es~répito
judicial,
por lo delicado de estos asumptos, esperando las resultas
de estas prudentes advertencias, para pasar, en casos ne–
cesarios, a los castigos prevenidos por derecho; pero, como
todo lo .executado
.Y
prevenido se ciñe a los seculares, se
hace mas irremediable este delicto por la publicidad con
que le cometen los sacerdotes, así seculares como regula–
res, de algunas religiones; de forma que tienen éstos de
su cuenta diferentes mugeres con hijos y familia, yendo
a sus casas, como un padre de familia a la suya; pudién–
dose decir que es tan ofensivo el modo ·como la ofensa; y
aunque comprehendo la dificultad en lo práctico para el
remedio de este exceso, pero si los prelados eclesiásti–
cos contuviesen con el castigo a sus súbditos, no podia
dejar de estinguirse una gran parte de tanto mal, y cuan–
do ménos en territorio que se cqmpone de ser los mas nue–
vamente convertidos, ha de traer infelices consecuencias,
que en los sacerdotes parezca licencia la tolerancia, ma–
yorinente no bastando las providencias a. que puede con–
cretarse la.justicia secular para con los sacerdotes, espe–
cialrnente no esperimentando abrigo alguno en los prelados
eclesiásticos, desentendiéndose éstos en parte
y
en el todo,
así por lo que mira al castigo, como a cualquiera otra
expedicion conducente al reparo de tan perniciosos males:
cuya libertad me ha extimulado a representar a
V. M.
~ estos
·excesos para que, enterado de sus infelices conse-
cuencias, se sirva mandar a los arzobispos
y
demas prela–
dos de las religiones que vigilen sobre el modo de vivir
sus súbditos, especialmente los curas de almas que están
encargados del cuidado pastoral de diversos lugares re–
cien convertidos, en que se necesita para la enseñanza de
los indios de sugetos de conocida literatura
y
virtud que
prudentemente los eduquen con su aplicacion
y
exemplo;
porque sin éste, han de vivir aquellos expuestos a su re–
lajacion, sin que puedan experimentar en sus parrochias
la enseñanza
y
la correcion de sus excesos, no siendo mé–
nos que e,n estas materias sensuales el desórden en los
mismos curas eclesiásticos,
y
de un público comercio en