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LA INQUISIOION DE LIMA
causas, porque el lector bien habrá podido comprender-
lo ya.
.
La observacion mas notable que a nuestro juicio pudie–
ra establecerse respecto de los delitos de los procesados,
es la que se deduce de la manera como se castigaban los
que delinquían contra las costumbres i los que pecaban
contra la fe. Así, Francisco Moyen que negaba que faltar
al sesto mandamiento fuese un hecho punible, recibió trece
años de cárcel i diez de destierro, i el sacerdote que ejer–
ciendo su ministerio abusaba hasta donde es posible de
sus penitentes, llevaba una mera privacion de confesar
durante un tiempo mas o n1énos limitado i algunas penas
espirituales. Esta contradiccion chocante es realmente sor-
prendente.
·
Es verdad que el estudio de· las costumbres nos mani–
fiesta que el pueblo, los eclesiásticos, i mas aun los Inqui–
sidores vivían a este respecto tan apartados de las buenas,
que apénas si hoi podemos esplicarnos semejante estra–
gamiento. Lo que se ha visto de Ulloa., Ruiz de Prado,
Unda, etc., nos manifiesta que si la investigacion hubiera
podido adelantarse por circunstancias especiales, como ha
acontecido con aquellos, merced a la visita del Tribunal,
serian mui pocos los inquisidores, ministros i familiares
del Santo Oficio que hoi pudieran presentarse libres de
esta mancha; pero lo que se conoce
e~
ya suficiente para
tener una idea aproximada de lo que fué el Tribunal bajo
este aspecto.
·
I.Joque los Inquisidores han cuidado de decir de los
obispos con quienes no llegaron a tener amistad, nos ma–
nifiesta, igualmente, cuán poco podía esperarse de su ej,em–
plo, i ahora espondremos brevemente cómo este mal se
encontraba arraigado en todas las clases sociales, i, espe–
cialmente, en los eclesiásticos.
Desde ántes de la llegada de Cerezuela, el agustino Bi–
vero significaba al Rei el estado de las costumbres en el
Perú, granjerías, crueldades cometidas con los indios, aban–
dono absoluto de su enseñanza relijiosa, avaricia de los
prelados, etc.
La relacion que algunos años mas tarde enviaba el Rei
al Conde del Villar no era ménos lastimosa.