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LA INQUISI9ION DE LIMA

emprender, de ordinario engrillados, a causa de una sim–

ple delacion, muchas veces de un solo testigo, acaso ene–

migo, que motivaron tantas .quejas ele los Vireyes, lama–

la alimentacion que se les suministraba en las cárceles,

las torturas a que se les sometía obligándoles casi siempre

por este medio a denunciarse por delitos que jamas come–

tieron, el no conocer nunca a sus delatores, el atropello

de sus personas por la mas refinada insolencia, la eterna

duracion de sus procesos,

50

constituía tal odisea de sufri–

mientos para estos infelices de ese modo vejados, que en–

contraba muchas veces término en el suicidio mas cruel, ya

desangrándose, ahorcándose de un clavo, privándose de

todo alimento

i

hasta, lo que parece increíble, tratán–

dose de ahogar con trapos que se metían en la boca. I

acaso lo que hoi parezca quizá

1nas

horrible a

nuestra~

sociedades modernas, llevándose la saña contra ellos, no

solo a dejar en la horfandad a sus familias, privando a

sus hijos de los bienes que les debían corresponder por

herencia de sus padres, sino, viéndose junto ·con ellos,

condenados a perpetua infamia por un delito que jamas

cometieron.

No es fácil poder determinar de una manera exacta

cuantas fueron las personas procesadas por el Santo Oficio

de Lima. El espediente de visita de Ruiz de Prado nos

manifiesta que de las causas de algunos reos no se envia–

ba relacion al Consejo, por omision voluntaria o no, que

no lo sabemos. Por otra parte, la documentacion del siglo

XVIII,

bajo este aspecto, no es tan completa que pueda lle–

varnos a formar una estadística cabal

i

exacta. Consta sí,

segun lo hemos ya espresado,

51

que, en el solo período de los

veinte años primeros de la existencia del Tribunal habían

sido encausados, segun los apuntes del visitador, mil dos-

50. Ya sabemos lo que aconteció con la Pizarro, con Moyen, etc.;

pero aquí debemos recordar todavía otro hecho semejante.

En

3

de setiembre fué denunciado en Cajamarca, Santos Reyes Mon·

tero, que daba fortuna con amores

i

curaba con maleficios, i que se es–

cepcionó diciendo que babia sido acusado por un enemigo capital suyo.

Habiendo sido objetado el proceso desde España, vino a fallarse en no–

viembre de 1749.

51. Véase la páj. 262 del tomo I de este libro.