CAPÍTULO XXVII
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tas, casi todas inficionadas de aborrecimiento
y
odio a la
religion católica; y el desórden que traen siempre tras
sí estos males, juntamente con el poco cu·idado que se tu–
vo a.lgun tiempo en proveer lo que tocaba a las cosas de la
religion, dió a los malos suelta licencia de vivir a su libre
voluntad, y ocasion a que se introduxesen en el reyno
y
asentasen en él muchas opiniones perniciosas, por los mis–
mos medios con que en otros países se propagaron. Desean–
do, pues, proveer el remedio a tan grave mal y conservar
en mis dominios la santa religion de Jesucristo, que aman
y
en que han vivido y viven dichosamente mis pueblos, así
por la obligacion que las leyes fundamentales del reyno
imponen al príncipe que ha de reynar en él,
y
yo tengo
jurado guardar y cumplir, como por ser ella el medio mas
a propósito para preservar
y
cumplir a mis súbditos de di–
~ensiones
intestinas y mantenerlos en sosiego
y
tranqui–
lidad, he creído que seria muy conveniente en las actuales
circunstancias volviese al exercicio de su jurisdiccion el
Tribunal del Santo Oficio, sobre lo qual me han represen–
tado prelados sabios y virtuosos,
y
muchos cuerpos y
p~r
sonas, así eclesiásticas como seculares, que a este Tribunal
debió España no haberse contaminado en el siglo XVI de
los errores que causaron tanta afliccion a otros reynos,
floreciendo la nacion al mismo tiempo en todo género de
letras, en grandes hombres
y
en santidad y virtud. Y que
uno de los principales medios de que el opresor de la Euro–
pa se valió para sembrar la corrupcion
y
la discordia de que
sacó tantas ventajas, fué el destruirle, so color de no sufrir
las luces del dia su permanencia por mas tiempo,
y
que
despues las llamadas cortes generales
y
extraordinarias,
con el mismo pretesto
y
el de la constitucion que·hicieron
tu1nultuariamente, con pesadllmbre de la nacion, le anula–
ron. Por lo qual, muy ahincadamente me han pedido el
restablecimiento de aquel Tribunal; y accediendo yo a sus
ruegos
y
a los deseos de los pueblos que en desahogo ·de
su amor a la religion de sus padres han restituido de sí
nlismos algunos de los Tribunales subalternos a sus funcio–
nes, he resuelto que vuelvan y continuen por ahora el
Consejo de Inquisicion y los demas Tribunales del S.anto
Oficio, al exercicio de su jurisdiccion, así de la eclesiástica,