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CAPiTULO XXVII

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11Sobrecojidos por el miedo,

i

condenados por un mila–

gro, como creian, dando lu'gar la verdad a la m·entira,

confesándose la inocencia, como tímida, culpable.

uTodavía hai víctimas en los calabozos" gritaban exas–

perados por el furor cuantos presenciaban esta escena; e

inmediatamente se procedió a hacer un rejistro jeneral,

rompiendo con presteza la puerta ·qne comunicaba con el

interior. La que encontramos a continuacion se llamaba

del secreto,

i con1o la palal?ra estirnulaba la curiosidad, no

tardó el obstáculo en ser derribado. Conducia a los archi–

vos. Allí se encontraban hacinados en rimeros los proce–

sos de _los condenados o acusados ante ese tribunal; i allí

pude leer los npmbres de muchos amigos que estarian

léjos de imajinarse que su conuucta hubiera sido exami–

nada por el Santo Oficio o de que su nombre se encontra–

ra inscrito en tan espantoso rejistro. Algunos de los cir–

cunstantes descubrieron los suyos en las listas, las cuales

tuvieron cuidado de guardarse.

11Tomé de allí quince espedientes i me los llevé a casa,

aunque resultaron de poca importancia. Cuatro por blasfe–

mias tenian sentencia idéntica, que consistia en tres meses

de reclusion _en un convento, confesion jeneral i otras

penitencias, todas secretas. Las otras eran acusaciones de

frailes

solicitantes in confetione,

a dos de los cuales cono–

cia, i aunque era peligroso él descubrirlo, les referí despues

lo que habia visto.

11Habia en el cuarto muchos libros prohibidos, que pron–

to encontraron dueño. Con gran sorpresa nuestra, descu–

brimos tambien una inmensa cantidad de pañuelos de

algoclon con dibujos. Estos, desgraciadamente, habian de–

sagradado a la Inquisicion por tener estampada en el cen–

tro una imájen que tenia en una mano un cáliz i en la otra

una cruz, colocada allí seguramente por algun imprudente

fabricante que pensaba asegurar compradores con tan de–

votas pinturas; pero que no se acordó del horrible pecado

de sonarse i escupir sobre la cruz. Para evitar semejante

crímen, este relijioso tribunal tomó las mercaderías al por

mayor, olvidándose de pagar su importe al dueño, quien,

sin embargo, debia considerarse afortunado con que no le

llevaran todo el almacen.