CAPÍTULO XXVII
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banse los reos Amaro de Sosa, Gregario Nombela, Anto–
nio Gribaldo, Agustin Ortiz, Fr. Javier Olivos, espulso de
San Francisco, Antonio Cava, Francisco Blanco, Bernardo
de Silva, José Fernandez, Juan Dorado, Antonio Correa,
Rosa Argote i María Bravo.
De los procesos de esta época fueron sin duda los mas
notables los seguidos a algunas personas por lo referente
a libros prohibidos.
En virtud · de órden del Inquisidor J eneral, en
20
de
octubre de
1748,
el Tribunal mandó suspender las licen–
cias concedidas a algunas personas para leer. semejantes
libros, i es lo mas que probable que se cumpliese al pié de
la letra con esta disposicion, pues en los anales del Santo
Oficio no encontramos espediente alguno sobre esta mate–
ria, hasta el año
1782,
en que
ocur~j_ó
la denuncia dQ San–
tiago de U
~quizu.
Era _ éste un jóven de edad de veintiocho años, balanza–
rio de la Casa de Moneda de Lima, e hijo del oidor decano
de la Audiencia, don Gaspar ele Urquizu Ibañez. Su padre,
que lo destinaba a figurar en la Península, con solícito afan
habia durante muchos años compartido su tiempo entre
el Tribunal i la educacion de su hijo, a quien, fuera ele la
enseñanza comun, habia instruido en la física i matemáti–
cas. El joven, por su parte, correspondió bien a estos es–
fuerzos, i durante las largas horas que pasaba en la mui
surtida biblioteca del oidor, manifestó especial inclinacion
a las obras relijiosas, estudiando ,el griego i ellatin para
leer en sus orijinales las obras de los Padres de la Iglesia,
sin olvidarse de rezar las horas canónicas, con el propósito
de hacerse mas tarde sacerdote. El demasiado estudio, sin
embargo, hubo de ocasionarle tal decadencia en su salud que
se le aconsejó buscar alivio en pasatiempos i en la sociedad
mundana, concluyendo por jugar de cuando en cuando,
asistir a comedias i frecuentar jente divertida. Deseando
hallar apolojía a su conducta, quiso seguir en materia de
lecturas un camino opuesto al que llevara en un principio,
encontrando luego medios para procurarse algunos libros
prohibidos, i, entre otros, algunos que compró al correjidor
de Guaylas; i entregándose, por fin, a largas conversacio–
nes con cierto fraile domínico de vida
non sancta,
pronto