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LA
INQUISICION
DE
:LIMA
gor de los tormentos que se practicaban con los hombres,
y con éstos, no por igual sino con el1nismo órden, con los
ricos menos tormentos, y con los pobres mayores. Y acor–
dándose aquí de una muger que entró, se empezó a reir,
el dicho .Diego, dicienrlo, que quando la dicha muger en–
tró a la asamblea, luego que vió la rueda de navajas, se
espantó
y
dijo, ay, ay, ay, ay. Preguntóle la declarante
si tenia noticia alguna de esta asamblea ántes de haber
entrado, dijo que no, pero que desde que entró en ella
se hallaba mas seguro de salvarse que ántes, y prosiguió
diciendo el dicho Diego, si yo guardara todos los requisi–
tos de mi asamblea, tenia tan segura la gloria
y
estuviera
tan cerca de ella, como estoy de aquí a mi cama, que no
dista de mí cuatro o seis pasos. Preguntóle, en fin, la de–
clarante para qué destino guardaba ese librito, quando
no se había de ir a su tjerra, dijo que lo guardaba como
que era la principal insignia que había de llevar a su asam–
blea en caso de irse a su tierra,
y
sin ella, aunque se ha–
llase en trabajos, no podía ocurrir a la luz, razon por que
no lo daba todo, sino solo un traslado.
nY
hablando la declarante despues de ésto sobre las
erradas máximas en que vivían los
ju~íos,
le contó al di–
cho Diego que en esta ciudad habían quemado a una ju–
día, por no haber querido convertirse a la fe cathólica;
entonces le preguntó el dicho Diegq, qué señora fué
esa~
doña Mariana de Castro, díjole la declarante; a lo que dijo
Diego de la Granja: buena señora, que supo dar ]a vida
por· no dejar su fe, hizo muy bien y he de ir a buscar donde
está esa heroína mugcr. Preguntada la declarante si le
vió o oyó decir otras cosas al dicho Diego ele la Granja,
dijo que en otra ocasion, entrando el dicho Diego de la
Granja a la vivienda de la declarante, tomó un librito
que trataba de las ceremonias de la misa, que tenia sobre
su mesa; abriólo, y al instante lo cerró con grande golpe
y enojo diciendo, me enfadan estas estampas que hay en
este libro, y luego quiso disimular su dicho, dando por
razon que eran feos los rostros y nutl pintados. Pregun–
tada la declarante si habian otras personas que hubiesen
oído los dichos, el dicho Diego de la Granja, (dijo) que
quando abrió el librito estampado de las ceremonias de la