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CAPÍTULO XXI

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. cante, .soltero, de veintidos años, denunciado en Buenos

Aires por haber terciado en una disputa de relijion entre

franceses e ingleses, afirmándose en que éstos se salvaban

en su lei; a que añadía el denunciante que en el discur–

so de viaje se habia observado que el reo no se persigna-

ba, ni cargaba rosario, ni practicaba devocion alguna.

,

Mandado traer preso desde Lima, i una vez en el Tri–

bunal, contó que siendo mui niño se habia embarcado para

Oran i que en el camino la embarcacion en que navegaba

habia sido apresada por una inglesa, i ésta, a su vez, por

una francesa, en Gibraltar, ele donde le llevaron a 1\tiarse–

ll; que entónces figuró en varias espediciones de corso,

hasta que fué de nuevo apresado i llevado a Inglaterra, de

cuyo pais se escapó, pasando a Guinea

i

en seguida a Bue–

nos Aires.

Votado a tormento "sobre la intencion y falsa creencia

de lo que estaba testificado, lo que se ejecutó con el de la

mancuerda, y habiendo confesado no haber tenido mala

intencion, a la segunda vuelta, dijo: Ay! Vírgen soberana,

reina de las jerarquías, venga un confesor, n1atarme de

una vez, siempre he creído en mi ley, ay! ay! señor, digo

la verdad por la pasion y muerte;

y

continuando el tor–

mento, dijo que no sabia que decir, que tenia dicha la

verdad por Jesucristo,

y

habiéndose suspendido la diligen–

cia, se ratificó a las veinticuatro horas."

Quince dias despues salia a la capilla como penitente,

con sambenito de media aspa, para abjurar

de rvehementi

i ser desterrado por tres años, con perdin1iento de todos

sus bienes.

Francisco Petrel, natural de Rennes, marinero del navío

frances Santa Rosa, casado, qe treinta i ocho aífos, fué tes–

tificado de haber dicho que la lei de Moises era buena, que

Jesucristo babia pecado, como lo decia el evanjelio, sobre

lo cual habia estado altercando éon el interlocutor que le

denunció. En las audiencias que con él se tuvieron hubo

de empleal·se ellatin, porque nadie le entendía lo que decia

en su lengua. En balde el capellan de ·su nave le recomen–

dó al Tribunal como católico, pues hubo que encerrarle en

las cárceles, donde el infeliz se manifestó tan acongojado

que se echó de rodillas ante el alcaide para pedir

perdon~