170
LA INQUISICION DE LIMA
de Cananas
i
Guzman, preso en Trujillo por sospechoso
de pacto con el demonio, apesar de sus diezinueve años,
i
que al fin resultó ser un mero prestidijitador.
De los negocios que por esta época se tramitaban en el
Tribunal, hai dos que por la calidad de los personajes que
en ellos figuran n1erecen especial meneion.
A fines del año de
1634,
murió en Salta el doctor Fer–
nando Franco de Ri vadeneira, comisario del Santo Oficio
en aquellas partes, que habia ido a allí a recibir al obispo
de Tucuman Fr. lVIelehor Maldonado. Hallándos.e mui en–
fermo, llamó al jesuita
I..~ope
de Mendoza para que le hi–
ciese su tes.tamento i se recibiese de ciertos papeles rela–
tivos a su oficio; mas, luego que espiró, cojió aquellos el
Ohispo i se los guardó. De aquí tornó pié Mendoza para
escribir al Tribunal denunciaudo al Prelado, a lo que se
creia obligado, segun decia. por haber sido siempre un
martillo contra los transgresores de la reformacion de cos–
tumbres i entereza de la fé,
Comenzaba en la carta que para el efecto escribió a Li–
ma diciendo que cuantos bienes del comisario se encon–
traron habinn sido embargados por el Obispo, que 11en
materia de cudicia, puedo decir con verdad que mi relijion
tiene la fan1a
y
este prelado los hechos;" i continuando la
pitura del personaje, agregaba: 11su comun vestir es de un
ordenante asufaldado
(sic),
pero muy galan
y
pulido; una
media sotanilla con muchos botones, aunque desabotonada
de la cintura abajo, de manera que se le descubre el calzon
de terciopelo de color, con pasamano. Las medias, de seda
y con ligas,
y
zapatos muy justos
y
pulidos, sin jamas
ponerse roquete, ni 1nas hábito de su religion que la cinta
de San Agustín. Anda tan oloroso que viendo yo a cierta
persona volver las espaldas muy de priesa en una calle,
le preguntaron que donde iba tan apriesa, respondió,
''VOY
así por no encontrarme con el Obispo, que como de mues–
tra, con solo el olfato le he descubierto que viene por esa
cal]e.
11-lT
n dia entré yo a visitarle de las pocas veces que
fuí,
y
le hallé en la cama, aunque era harto tarde, y le ha–
llé con pebetes y ramilletes de flores encima de una mesa,
y
en ella una escudilla de la China, llena de agua de olor,
y
de cuando en cuando metía los dedos
y
se rociaba con