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CAPiTULO II

21

i

a esta causa, agrega Bivero, 11siento malas voluntades y

que habiendo voluntad y ocasion, muchos se perderían,

y

otros no acudirían al servicio de Dios i de V. M."

El virei Toledo quejábase a este respecto de la poca

paz i mucha inquietud que en casi todas partes

i

lugares

habia encontrado cuando llegó al país: desasosegada la

ciudad de la Paz con las alteraciones que causaron Gomez

de Tordoya, Jimenez i Osorio; en la provincia de Vilca–

bamba alzado el inca Cusi Titu Yupangui; el can1ino del

. Cuzco completamente inseguro con los robos i salteos que

en él ejecutaban los indios; intranquilas las provincias de

Tucuman i Santa .Cruz; en Los Charcas, los chiriguanes sa- ·

lian a dar sus asaltos casi cada luna; i el reino de Chile,

por fin, tan apretado, que la Audiencia enviaba en busca

P.e socorros porque los indios iban a cercar a los españoles

en sus propias ciudades.

La justicia real pocos la respetaban o temian: el rico

creia que a él no le alcanzaba, ni se queria dar al pobre

cuando topaba con alguno de esos que podian obtenerla;

ni los jueces sentían entereza suficiente para ejecutarla,

temerosos de levantar unos pueblos acostumbrados a la

mala libertad i al desenfreno. Así, con1o aseguraba el Vi–

rei, dando

cue~ta

de este estado de cosas a su soberano,

era necesario echarla con hisopo, como agua bendita.

I era cabalmente en este órden, por lo que los sucesos

de aquellas partes venían mostrando, donde a todas luces

se necesitaba de mas rigor

11

para reprimir males y castigar

malos, inquietos, amotinadores, hombres facinerosos y de

malas lenguas, y ·mayormente a los que procuraran e in–

tentan la perdicion comun en gran deservicio de Dios y su

fe

y

de la lealtad a V.

!f.

debida. Dígolo, concluía Tole–

do, porque cada dia se trata de alzamientos en este reyno

y

en cada lugar

y

plazas se osa hablar de ello

y

algunos

motines se prueban y comprueban

y

no he visto ninguno

castigado por esto, donde los pensamientos debian de ser

grave1nente punidos."

Los hijos de los conquistadores, que comenzaban ya a po–

blar las ciudades, no tenían, en rigor, donde educarse, pues

aun la mas tarde tan célebre Universidad de San Márcos ·

propiamente no estaba fundada,

i

solo los domínicos man-