CAPÍTULO II
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tigo de los Ordinarios hasta aquí ha sido mui entre compa–
dres, haciendo muchos casos de inquisicion que no lo eran,
y
los
q~e
lo eran, se saldaban con un poco de aceite
8 ."
De Chile se había remitido un proceso contra Alonso de
Escobar, otro en que figuraban como acusadores recíprocos
el domínico Fr. Jil Gonzalez de San Nicolas, el franciscano
Fr. Cristobal de Rabanera i Cristobal de Molina i su her–
mano el cura de la Oatedral de Santiago; i, por fin, el de
Francisco de Aguirre
i
compartes, enviado de Charéas.
Los demas procesos pendientes, que en Linut eran cua–
tro i ascenclian a noventa i siete en el Cuzco, contra frailes,
clérigos
i
seglares, por cosas tocantes a la fe, fueron en–
tregados a los Inquisidores, quienes mandaron suspender
tres
i
guardaron los
demas~
por si alguno de los reos tor–
nase a reincidir, i para los demas efectos, IICOmo es estilo
del Santo Ofici(J." Luego veremos cuan previsor anduvo
en esto el Tribunal.
Felipe II, que a la sazon reinaba en España, no quiso
dilatar por mas tiempo conceder lo que sus católicos vasa–
llos del Perú le pedian con tanta instancia,
i,
segun
ya
sabemos, designó para virei a don Francisco de To.ledo,
como él, de voluntad incontrastable i que tenia por le1na
castigar en materia ele motines aun las palabras livianas
9 •
Fanático hasta el punto de ofrecer .en caso necesario
llevar a su propio hijo a la hoguera
10 ,
nada podía estar
mas en conformidad con sus propósitos que el estableci–
miento de los tribunales de la Inquisicion en sus dominios
de América, apresurándose, en consecuencia, a dictar la
real cédula, fecha
25
de enero de
1569,
que los creaba en
Méjico
i
el Perú. 11Nuestros gloriosos progenitores, espre–
saba en ella el n1onarca, fieles
y
católicos hijos de la santa
Iglesia católica ron1ana, considerando cuánto toca a nues-
8.
Carta
de
31
de enero de 1570. En el Consejo se mandó que a es–
te respecto «se procediese con gran tiento en los casos.))
9. Así lo declara en
SLllliemor·ial,
páj. 10.
10. «Hallóse el Rey presente a ver, llevar y entregar al fuego mu–
chos delincuentes, acompañado de sus guardas de a pié y de a caballo,
que ayudaron a la execucion, y entre ellos a D. Cárlos de Sese, noble,
grande y pertinaz herege, que le dixo cómo le dexaba quemar, y res–
pondió: «Yo traeré leña para quemar a mi hijo si fuese tan malo como
vos». Cabrera de Córdoba,
Filipe 11,
t. I, páj.
276.