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CAPÍTULO II

27

tigo de los Ordinarios hasta aquí ha sido mui entre compa–

dres, haciendo muchos casos de inquisicion que no lo eran,

y

los

q~e

lo eran, se saldaban con un poco de aceite

8 ."

De Chile se había remitido un proceso contra Alonso de

Escobar, otro en que figuraban como acusadores recíprocos

el domínico Fr. Jil Gonzalez de San Nicolas, el franciscano

Fr. Cristobal de Rabanera i Cristobal de Molina i su her–

mano el cura de la Oatedral de Santiago; i, por fin, el de

Francisco de Aguirre

i

compartes, enviado de Charéas.

Los demas procesos pendientes, que en Linut eran cua–

tro i ascenclian a noventa i siete en el Cuzco, contra frailes,

clérigos

i

seglares, por cosas tocantes a la fe, fueron en–

tregados a los Inquisidores, quienes mandaron suspender

tres

i

guardaron los

demas~

por si alguno de los reos tor–

nase a reincidir, i para los demas efectos, IICOmo es estilo

del Santo Ofici(J." Luego veremos cuan previsor anduvo

en esto el Tribunal.

Felipe II, que a la sazon reinaba en España, no quiso

dilatar por mas tiempo conceder lo que sus católicos vasa–

llos del Perú le pedian con tanta instancia,

i,

segun

ya

sabemos, designó para virei a don Francisco de To.ledo,

como él, de voluntad incontrastable i que tenia por le1na

castigar en materia ele motines aun las palabras livianas

9 •

Fanático hasta el punto de ofrecer .en caso necesario

llevar a su propio hijo a la hoguera

10 ,

nada podía estar

mas en conformidad con sus propósitos que el estableci–

miento de los tribunales de la Inquisicion en sus dominios

de América, apresurándose, en consecuencia, a dictar la

real cédula, fecha

25

de enero de

1569,

que los creaba en

Méjico

i

el Perú. 11Nuestros gloriosos progenitores, espre–

saba en ella el n1onarca, fieles

y

católicos hijos de la santa

Iglesia católica ron1ana, considerando cuánto toca a nues-

8.

Carta

de

31

de enero de 1570. En el Consejo se mandó que a es–

te respecto «se procediese con gran tiento en los casos.))

9. Así lo declara en

SLllliemor·ial,

páj. 10.

10. «Hallóse el Rey presente a ver, llevar y entregar al fuego mu–

chos delincuentes, acompañado de sus guardas de a pié y de a caballo,

que ayudaron a la execucion, y entre ellos a D. Cárlos de Sese, noble,

grande y pertinaz herege, que le dixo cómo le dexaba quemar, y res–

pondió: «Yo traeré leña para quemar a mi hijo si fuese tan malo como

vos». Cabrera de Córdoba,

Filipe 11,

t. I, páj.

276.