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CAPÍTULO III

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bendados; pero Cerezuela, no solo no hizo caso de esto, sino

que levantó una informacion para hacer constar cual babia

sido la conducta del Prelado, justificándole que ademas

de haber dicho que el caso no era de inquisicion, babia

dado a entender que los calificadores estaban engañados,

i que a él no le constaba el t1tulo que se arrogaba el In–

quisidor: todo lo cual no impidió que le escribiese, rogán–

dole que por la honra de sus subordinados tratase de

acallar el asunto i darles libertad. HaRta entónces no habia

asistido a las consultas, pero como en aquella ocasion sig–

nificase su deseo de hallarRe presente, luego el Fisca1le

recusó, fundándose en lo que constaba de su proceder al

respecto. A todo esto, Cerezuela se visitaba con el Prelado,

sin que este se atreviese nunca a moverle el asunto, resul–

tando al fin que Guarnido salió condenado en quinientos

pesos corrientes, Leonés en ciento i su colega en el doble. El

abogado Falcon que habia patrocinado a los canónigos, fué

tambien procesado, aunque despues se mandó suspender su

causa.

Ni se contentó el Tribunal con este despliegue de su

poder i autoridad en caso tan notorio, sino que por entón–

ces mandó procesar tambien a los oficiales reales Lope de

Pila

i

Pedro de Bonconte por "Ciertos dares

y

tomares"

que tuvieron con el Santo Oficio ántes de satisfacer las

cantidades que éste exijia para alimentos de presos pobres,

por lo cual se leR condenó a pagar de su cuenta ' ochenta

pesos para gastos del Tribunal.

Fueron tambien procesados:

Pedro Gonzalez de Mendoza, natural de Madrid, que

se denunció a sí mismo i fué testificado de haber dicho,

estando comiendo, porque se le importunaba que hiciese

algo que no quería, "por el sacramento que he celebrado, ·

que no lo tengo de ·hacer." Fué reprendido, i con esto se

mandó suspender su causa.

"Alonso Benito, natural de Cartajena, tierra de Sevilla,

fué testificado en este Santo Oficio por dos testigos, de que

tratándose en su presencia cómo cierta persona, estando en

Sevilla para pasar a estas partes, habia buscado dos tes–

tigos para que jurasen que era casado con una mujer

que traia consigo, diciéndoles que bien lo podían jurar,

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