CAP. IV-DE POTENCIA
Á
POTENCIA
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chos contra el provincial de la Orden: ahora la
cuestión asumía una nueva faz.
Debía Molina en gran parte el haber sido puesto
en libertad á su promesa de levantar el entredicho
y cesación
á divinis
que fulminó en la Iglesia ma–
yor: esta permanecía, sin embargo, cerrada y todos
los empeños de los domínicos hab.ían resultado inú–
til_es para reducir
á
Molina y al sochantre á que
abriesen las puertas
y
se continuasen los divinos
oficios. Es fácil comprender la pena y alarma en
que esta situación mantenía á la ciudad, haciendo
bastante difícil la situación de Rabanera y sus
protegidos.
Para subsanar este estado de cosas, que duraba ya
una semana completa desde que se puso en liber
tad
á
Molina, no habían bastado, como acabamos
de ver, las instancias hechas cerca del Obispo, ni
los apercibimientos impuestos al sochantre. Mas,
como Rabanera contaba con el apoyo de Juan Ju–
fré, dispensador en esos momentos de la
re.aljus–
ticia, le entregó un auto ó mandamiento, que Pe–
dro Serrano, el viejo, leyó en presencia de Molina,
en que ordenaba que los sacerdotes y religiosos
de la ciudad no guardasen el entredicho ó cesación
á
divinis
puesto por el vicario, por cuanto, según
se decía, no se habían guardado en él los requisi–
tos prevenidos por derecho.
Pero Molina, haciendo caso omiso del nuevo
decreto, ese mismo día dictó, por su parte, otro
mandamiento en que refiriéndose á fray Gil repe–
tía que «estaba públicamente infamado en toda
esta ciudad de haber dicho muchas palabras heré–
ticas
y
otras contra la potestad del Papa é contra