CAP. IV-DE POTENCIA
Á
POTENCIA
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requerir al Obispo para que dispusiese la entrega
de la Iglesia, y habiéndolo consentido, se notificó
nuevamente á Malina para que diese las llaves,
pues de lo contrario se forzaría la puerta de la Igle–
sia; y como Malina se negase todavía á ello, se
procedió
'á
abrirla. Después de esto, Rabanera se
apresuró á celebrar misa.
El primer día de fiesta, que lo fué el domingo 31,
«estando diciendo misa mayor el ilustrísimo don
Rodrigo González, electo obispo de esta diócesis de
Chile, expresa el notario, y después de haber dicho
el Evangelio, habiendo predicado fray Gil, leí la
sentencia en alta voz, de suerte que la oyeron los
que presentes se hallaron.»
Malina, á pesar de todo, no se daba por venci–
do. Luego que vió que no podía quedarse en las
habitaciones anexas á la Iglesia donde vivía, envió
á la oficina Je un escribano
á
extender un podet' á
Jerónimo de Malina, su hermano, para que le re–
presentase en el juicio, y en seguida fué á buscar
asilo en el convento de la Merced.
Sin pérdida de tiempo redactó allí el siguiente
mandamiento:
«El licenciado Antonio de Malina, canónigo,
juez é vicario desta cibdad de Santiago é su juris–
dición, por el muy Magco. é muy Rdo. señor el
maestro don Francisco Paredes, arcediano, visita–
doré vicario general destas provincias de Chile, por
los muy Magcos. é muy Rdos. señores deán é cabil–
do de la Sancta Iglesia de la ciudad de la Plata, etc.,
hago saber á todo
los fieles cristianos, vecinos
é
moradores, estantes é habitantes en esta dicha ciu–
dad de Santiago, en cómo me consta, por bastante