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INQUISICIÓN DE CI.ULE

escándalo, se lo manifieste para que les satisfaga,

y si han visto por experiencia que ha

satisf~cho

bastante á cualquiera que le ha venido avisar de

algún escándalo que haya recibido: digan lo que

saben.

«10. Iten\ digan y declaren qué sienten de la

dotrina del dicho fray Gil, si es católica, sana, pro–

vechosa y conforme al Santo Evangelio, ó si es es–

candalosa ó sospechosa y dina de castigo: digan lo

que saben.»

Inútil es decir que los testigos presentados por

González de San Nicolás, entre los cuales se con–

taban personas de tanta distinción como Juan

Jufré, Alonso de Córdoba, Diego García de Cáce–

res, etc., abundaron en sus propósitos

y

que asin–

tieron de una manera más

ó

menos precisa á todos

los hechos estampados por el querellante, quién por

lo demás, tanta prisa se dió en estas diligencias

queJ con excepción de aquellos últimos testigos y

de Pedro Serrano, aquel mismo día 2'1 tenían fir–

madas sus declaraciones en el proceso.

MasJ sabedor Molina de que se estaba recibien–

do esta información, negó su autoridad de juez á

Rabanera, diciendo que extralimitaba su comisión)

calificando, á la vez, á Jufré, Córdoba y otros

como «testigos de manga é íntimos amigos de fray

Gil, á Serrano el viejo, de síndico del convento

domínico, y á Diego de Caldera de ser «repetidor

de gramática» de su acusaqor.

Puede decirse que el gran empeño de los domí–

nicos había sido hasta este momento apremiar

á

Molina para que exhibiese los autos que tenía he-