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INQUISICIÓN

DE

CHILE

ll éveme el cliublo, y Dios

~o

me puede ya hacer mer–

ced, y pésat¡ne porque no me he ido á los 1uteranos, y

todo el mal que pudiesP hacer, lo he ele hacer, y que

esto lo había dicho tratando de cómo el testigo an–

tes de esto le había dicho al reo que se fuese de su

casa.»

Preso en Santiago por un mandamiento del San–

to Oficio) resultó que teniéndole el Comisario en

casa de un familiar, una noche se salió del aposen–

to en que estaba y hurtó de una tienda que había

en la misma casa, más ele setecientos pesos en oro

y mercaderías, que, luego ele aprehendido

nueva~

mente, restituyó. Habiendo llegado á Lima á fines

de Junio ele 1579) se Ie siguió el proceso iniciado y

se votó en que saliese al auto con vela, soga y

coroza, á que abjurase

de levi)

á que se le propina–

sen cien azotes

y,

por fin, á cinco años de ga–

lera s.

Finalmente) salió al auto Gonzalo Hernández

Bermejo, natural ele Trujillo en España, que había

sido primero sastre y después soldado , á quien he–

mos hecho referencia más atrás.

Hallábase Hernández por los comienzos del año

ele 1561 en la ciudad ele Concepción, cuando, en

mala hora para él, «elijo y profirió con muchas per–

sonas que era mayor la fé que la caridad, y di–

ciéndole que no era sino la caridad, porque ·asi lo

decía San Pablo, replicó diciendo que no era sino

la fé, porque cleeía el EYangelio que quien creyese

y fuese baptizado será salvo, y diciéndole que cier–

to predicador lo había predicado así, que era ma–

yor la caridad que la fé y que San Pablo lo deeía

así en sus epístolas, dijo que aunque se lo dijesen

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